会计考友 发表于 2012-8-17 11:59:20

西语童话阅读:LoquecontabalaviejaJuana(6)

  Verá cosas nuevas, tendrá nuevos pensamientos; es como los viejos pliegues que no pueden alisarse con la plancha. Tiene demasiado de su padre; mejor quisiera que se pareciera a mí, ?pobre hijo mío! Pero volverá seguramente; ?no es posible que renuncie a su madre y a su casa!
  La mujer estaba dispuesta a esperar largo tiempo. Elsa esperó sólo un mes; luego se fue a encontrar secretamente a la curandera Stine, entendida en el arte de ?curar?, echar las cartas y decir la buenaventura; sí, sabía más que Friján. En consecuencia, conocía también el paradero de Rasmus; lo leyó en los posos del café. Se encontraba en una ciudad extranjera, pero no pudo descifrar su nombre. Había en aquella ciudad soldados y mujeres alegres. Estaba vacilando entre tomar el mosquete o una de aquellas mozas.
  Elsa no podía soportar esas noticias. Gustosa daría el dinero que tenía ahorrado para redimirlo, a condición de que nadie supiera que era cosa suya.
  Y la vieja Stine prometió hacer volver al muchacho; conocía un medio, peligroso para la persona interesada, pero infalible. Haría cocer en una olla una mezcla que lo forzaría a marcharse del lugar donde estuviese, fuera el que fuera, y regresar junto a la olla y al lado de su amada. Era posible que tardara meses, pero al fin acudiría, a menos que hubiese muerto.
  Debía seguir sin paz ni reposo, día y noche, a través de mares y de monta?as, con buen o mal tiempo, y por mucha que fuese su fatiga. Tenía que regresar a su tierra, era forzoso.
  La luna estaba en su primer cuadrante, el mejor momento para el hechizo, dijo la vieja Stine. El tiempo era borrascoso, crujía el viejo sauce. Stine cortó una rama e hizo un nudo dentro; aquello contribuiría a atraer a Rasmus al hogar de su madre. Cogió musgo y siempreviva del tejado y los metió en la olla, que había puesto ya al fuego. Elsa tenía que arrancar una hoja del libro de cánticos y casualmente arrancó la última, la que contenía la fe de erratas.
  -Lo mismo da -dijo la bruja, echándola al puchero.
  Muchas cosas hubieron de ir a parar a aquel caldo, que debía cocer sin interrupción hasta la vuelta de Rasmus. El gallo negro de la casa de la vieja Stine tuvo que sacrificar la roja cresta, que fue también a la olla. También fue a ella la gruesa sortija de oro de Elsa, y Stine le había advertido de antemano que desaparecería para siempre. Desde luego era lista la vieja. Asimismo fueron a parar al puchero otras muchas cosas que no sabríamos enumerar. Y venga hervir, sobre el fuego vivo o sobre cenizas ardientes. Sólo ella y Elsa lo sabían.
  Pasó la luna nueva, y pasó el cuarto menguante; todos los días se presentaba Elsa:
  -?Aún no lo ves venir?
  -?Sé muchas cosas! -decía Stine - y veo otras muchas. Lo que no puedo ver es si es muy largo el camino. Ya ha traspuesto las primeras monta?as, ha cruzado el mar tempestuoso. El camino a través de los grandes bosques es largo. El mozo tiene ampollas en los pies y fiebre en el cuerpo, pero ha de seguir sin remedio.
  -?No, no! -dijo Elsa-. ?Me da lástima!
  -Ahora ya no puede detenerse. Si lo obligásemos a hacerlo, caería muerto en medio de la carretera.
  Había transcurrido mucho tiempo. Brillaba la luna llena, el viento silbaba entre las ramas del viejo sauce, y en el cielo, iluminado por la luna se dibujaba un arco iris.
  -?ésta es la se?al! -dijo Stine-. Ahora llega Rasmus.
  Pero no llegó.
  -?Larga es la espera! -dijo Stine.
  -Ya estoy cansada -respondió Elsa, y sus visitas a la bruja empezaron a escasear, aparte que no le llevó más regalos.
  Se serenó su espíritu, y una ma?ana toda la parroquia supo que Elsa había dado el sí al rico labrador.
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