Al ver a su padre, le habló así: “Por qué te veo tan cambiado, so-portando un peso abrumador de pe-sadumbres y aflicciones?... Sabe, padre, que el poeta dice: “?Oh tú, que te apenas, consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida.”
4 h# K' @8 S% b2 X( L Cuando oyó estas palabras el visir; contó a su hija cuanto había ocurri-do desde el principio al fin, concer-niente al rey. Entonces le dijo Schah-razada: “Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvar-las de entre las manos del rey.” En-tonces el visir contestó: “?Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro.” Pero Schahrazada repu-so: “Es imprescindible que así lo haga.” Entonces le dijo su padre: “Cuidado no te ocurra lo que les ocurrió al asno y al buey con el la-brador. Escucha su historia:( R2 U- J# o, e* l
FáBULA DEL ASNO, EL BUEY Y EL LABRADOR# O* }' W, o$ M; K3 g0 F
“Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante due?o de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos. Alah, el Altísimo, le dio igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. . Habitaba este comerciante en un país fértil, a ori-llas de un río. En su morada había un asno y un buey./ j- F. i9 S2 G) H( G& o
Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vio aquel sitio barrido y regado. En el pesebre ha-bía cebada y paja bien cribadas, y el jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo para algún trayecto corto y por asun-to urgente, y el asno volvía pronto a descansar. Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino: “Come a gusto y que te sea sano, de provecho y de buena digestión. ?Yo estoy rendido y tú descansando, des-pués de comer cebada bien cribada! Si el amo, te monta alguna que otra vez, pronto vuelve a traerte. En cam-bio yo me reviento arando y con el trabajo del molino.” El asno le acon-sejo: “Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al esta-blo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo. Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo.”
, Q# W0 ~6 S6 j, n0 k Pero el comerciante seguía presen-te, oyendo todo lo que hablaban.
, L* e/ @3 w% z/ y Se acercó el mayoral al buey para darle forraje y le vio comer muy poca cosa. Por la ma?ana, al llevarlo al trabajo, lo encontró enfermo. En-tonces el amo dijo al mayoral: “Coge al asno y que are todo el día en lu-gar del buey.” Y el hombre unció al asno en vez del buey y le hizo arar todo el día.
- `2 b& J" n5 z) n! S X0 P Al anochecer, cuando el asno re-gresó al establo, el buey le dio las gracias por sus bondades, que le habían proporcionado el descanso de todo el día; pero el asno no le contestó. Estaba muy arrepentido.
8 w; w) G. }! ?. w Al otro día el asno estuvo arando también durante toda la jornada y regresó con el pescuezo desollado, rendido de fatiga. El buey, al verle en tal estado, le dio las gracias de nuevo y lo colmó de alabanzas. El asno le dijo: “Bien tranquilo estaba yo antes. Ya ves cómo me ha per-judicado el hacer beneficio a los de-más.” Y en seguida a?adió: “Voy a darte un buen consejo de todos modos. He oído decir al amo que te entregarán al matarife si no te le-vantas, y harán una cubierta para la mesa con tu piel. Te lo digo para que te salves, pues sentiría que te ocurriese algo.”9 T1 y u6 i/ q- s& @
El buey, cuando oyó estas pala-bras del asno, le dio las gracias nue-vamente, y le dijo: “Ma?ana reanu-daré mi trabajo.” Y se puso a comer, se tragó todo el forraje y hasta lamio el recipiente con su lengua.
! A* [2 @0 x4 g Pero el amo les había oído hablar. En cuanto amaneció fue con su esposa hacia el establo de los bueyes y las vacas, y se sentaron a la puer-ta.Vino el mayoral y sacó al buey, que en cuanto vio a su amo empezó a menear la cola, y a galopar en to-das direcciones como si estuviese lo-co. Entonces le entró tal risa al co-merciante, que se cayó de espaldas. Su mujer le preguntó: “?De qué te ríes?” Y él dijo: “De una cosa que he visto y oído; pero no la puedo descu-brir porque me va en ello la vida.” La mujer insistió: “Pues has de contármela, aunque te cueste morir.” Y él dijo: “Me callo, porque temo a la muerte.” Ella repuso: “Entonces es que te ríes de mí.” Y desde aquel día no dejó de hostigarle tenazmente, hasta que le puso en una gran per-plejidad. Entonces el comerciante mandó llamar a sus hijos, así como al kadí y a unos testigos. Quiso ha-cer testamento antes de revelar el se-creto a su mujer, pues amaba a su esposa entra?ablemente porque era la hija de su tío paterno, madre de sus hijos, y había vivido con ella ciento veinte a?os de su edad. Hizo llamar también a todos los parientes de su esposa y a los habitantes del barrio y refirió a todos lo ocurrido, diciendo que moriría en cuanto reve-lase el secreto. Entonces toda la gen-te dijo a la mujer: “?Por Alah sobre ti! No te ocupes más del asunto; pues va a perecer tu marido, el pa-dre de tus hijos.” Pera ella replico: “Aunque le cueste la vida no le de-jaré en paz hasta que me haya dicho su secreto.” Entonces ya no le roga-ron más. El comerciante se apartó de ellos y se dirigió al estanque de la huerta para hacer sus abluciones y volver inmediatamente a revelar su secreto y morir. |