Entonces el judío le dijo: “?Oh mi se?or! Hace tiempo, que pensaba ir en tu busca para hablarte de un asunto, y ahora me favorece la casua-lidad, puesta que te encuentro. Sabe, pues, ?oh mi joven se?or! que tú padre el visir, con quien estaba yo en relaciones mercantiles, había fle-tado naves que ahora vuelven carga-das de mercancías. Estas naves vienen consignadas a él. Si quisieras ceder-me su carga, te ofrecería mil dinares por cada una, y te pagaría al con-tado.”1 c$ p; E6 e- ]4 Y$ M
Y el judío sacó de su bolsillo un monedero lleno de oro, contó mil dinares, y se los ofreció en seguida a Hassán, que no dejó de aceptar este ofrecimiento, ordenado por Alah para sacarlo del apuro en que se hallaba. Y el judío a?adió: Ahora, ?oh mi se?or! ponme el recibo, pro-visto de tu sello.” Y Hassán Badred-din cogió el papel que le alargaba el judío, así como el cálamo, mojó éste en el tintero de cobre, y escribió en el papel:
* |5 I* N& `* w- j/ L “Declaro que quien ha escrito este papel es Hassán Badreddin, hijo del difunto visir Nureddin (?Alah lo haya acogido en su misericordia!), y que ha vendida al judío N., hijo de N., mercader de Bassra, el carga-mento de la primera nave que llegue a la ciudad de Bassra y forme parte de las pertenecientes a mi padre Nureddin. Y vendo esto por mil dinares, y nada más.” Luego puso su sello en la parte inferior de la hoja, y se la entregó al judío, que lo saludó respetuosamente y se fue. Entonces Hassán rompió a llorar, pensando en su padre, en su posición pasada y en su suerte presente; pero como ya se había hecho de noche, le venció el sue?o y se quedó dor-mido en la tourbeh. Y así siguió hasta que salió la luna, y como en aquel momento se le había escurrido la cabeza de encima de la piedra de la tourbeh, hubo de dar una vuelta completa, echándose de espaldas, y la luna iluminó por completo su rostro, que resplandecía con toda su belleza.! T0 o( j% a# z$ i& e5 G" Z+ k
Aquel cementerio era frecuentado por efrits de la buena especie, efrits musulmanes y creyentes.Y por ca-cualidad, aquella noche,, una encan-tadora efrita volaba por allí, tornando el fresco, y vio a la luz de la luna al joven Hassán que estaba durmiendo, y observó su belleza y sus hermosas proporciones, y quedándose maravi-llada, dijo: “?Gloria a Alah! ?Oh, qué hermoso joven! ?Cómo me ena-moran sus hermosos ojos, que me figuro muy negros y de una blancu-ra... !” Pero después pensó: “Mien-tras se despierta, voy a seguir mi paseo por los aires.” Y echó a volar, subió muy arriba buscando el fresco, y se encontró en lo más alto con uno de sus compa?eros, un efrit también musulmán. Le saludó muy gentil-mente y él le devolvió el saludo con mucha deferencia. Entonces ella le preguntó: “?De dónde vienes, com-pa?ero?” Y él le contestó; “Del Cairo.” Y la efrita volvió a pregun-tar: “?Les va bien a los buenos creyentes del Cairo?” Y el efrit con-testó: “Gracias a Alah, les va bien.” Entonces la efrita le dijo: “Compa-?ero, ?quieres venir conmigo para admirar la hermosura de un joven que está durmiendo en el cementerio de Bassra?” Y el efrit dijo: “Estoy a tus órdenes.” Entonces se cogieron de la mano, descendieron juntos al cementerio, y se pararon delante de Hassán, dormido. Y la efrita dijo al efrit, gui?ándole el ojo: “?Eh? ?Tenía yo razón?” Y el efrit, asom-brado por la maravillosa hermosura de Hassán Badreddin, exclamó: “?Por Alah! ?No he visto cosa pare-cida! Después reflexionó un momen-to, y dijo: “Sin embargo, hermana mía, he de decirte que he visto a otra persona que puede compararse con este joven tan hermoso.” Y la efrita exclamó: “?No es posible!” Y dijo el efrit: “?Por Alah, que la he visto! Ha sido bajo el clima de Egipto, en El Cairo, y es la hija del visir Chamseddin” La efrita dijo: “Pues no la conozco.” Y el efrit le replicó: “Escucha. He aquí la historia de esa joven:+ l' \, `. I4 m% M, {
“Su padre, el visir Chamseddin, ha caído en desgracia por causa de ella. Habiendo oído el sultán de Egip-to hablar a sus mujeres de la belleza extraordinaria de la hija del visir, se la pidió en matrimonio a su padre. Pero el visir Chamseddin, que había pensado otra cosa para su hija, se vio en una gran confusión, y dijo al sultán: “?Oh mi se?or y soberano! Ten la bondad de permitirme que me excuse, y perdóname por ello. Ya sabes la historia de mi pobre hermano Nureddin, que era visir conmigo. Ya sabes que desapareció un día, sin que hayamos vuelto a saber de él. Y el motivo de su mar-cha no pudo ser más leve.” Y contó al sultán detalladamente este motivo. Y después a?adió: “He jurado ante Alah, el día que nació mi hija, que, ocurriera lo que ocrriera, no la casaría más que con el hijo de mi hermano Nureddin. Y han transcu-rrido desde entonces dieciocho a?os. Pero afortunadamente, he sabido hace pocos días que mi hermano Nureddin se había, casado con la hija del visir de Bassra, y que había tenido un hijo. Por lo tanto, mi hija, está destinada y escriturada a su primo, el hijo de mi hermanó Nu-reddin. En cuanto a ti, ?oh mi se?or y soberano! puedes elegir otra joven. El Egipto está lleno de ellas. ?Y muchas son bocado de rey!” |