</p> Y ordenó al eunuco: “Puedes co-mer con tu amo Agib.” Y el eunuco, haciendo muecas, se decía: ?Por Alah! ?Maldito el apetito que tengo!, ?No podré comer ni un bocado!” Pero fue a sentarse junto a su se?or.9 ]0 T5 O; ^. q7 a; Y1 H0 {, F
Y Agib, que se había sentado tam-bién, se encontraba con el estómago lleno de cuanto había comido y bebido en la pastelería. Sin embargo, tomó un poco de aquel dulce, pero no pudo tragarlo por lo harto que estaba. Además le pareció muy poco azucarado. Y en realidad no era así ni mucho menos. Porque la culpa era de él, pues no podía estar más ahito de lo que estaba. Así es que, haciendo un gesto de repugnancia, dijo a su abuela: “?Oh abuela! Este dulce no está bien hecho.” Y la abuela, despechada, exclamó: “?Có-mo te atreves a decir que no están bien hechos mis dulces? ?Ignoras que no hay en el mundo quien me iguale en el arte de la repostería y la confitería, como no sea tu padre Hassán Badreddin, y eso porque yo le ense?é?” Pero Agib repuso: “?Por Alah, abuela, que a este plato le falta algo de azúcar! No se lo digas a mi madre ni a mi abuelo; pero sabe que acabamos de comer en el zoco, donde nos ha obsequiado un paste-lero, ofreciéndonos este mismo plato. ?Ah! ?sólo su perfume ensanchaba el corazón! Y su sabor delicioso habría despertado el apetito de un enfermo. Y realmente, este plato preparado por ti no se le puede comparar ni con mucho, abuela mía.”8 U! i' h! H! W( ]8 F& E
Y la abuela, enfurecida al oír estas palabras, lanzó una terrible mirada el eunuco Said y le dijo...5 p7 {0 J$ K4 Z( w: v
En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la ma?ana, y se calló discretamente.1 @ t- O0 S0 R( O+ n/ K
Entonces, su hermana, la joven Doniazada, le dijo: “?Oh hermana mía! ?Cuán dulces y agradables son, tus palabras, y cuán delicioso y en-cantador ese cuento!”
7 Z; c( J: x% t2 Q6 K+ u7 h Y Schahazada sonrió y dijo: “Sí, hermana mía; pero nada vale com-parado con lo que os contaré la pró-xima noche, si vivo aún, por merced de Alah y gusto del rey.”
" |2 h; O4 T( z9 V2 p3 N8 o$ N Y el rey dijo para sí: “?Por Alah! No la mataré antes de oír la conti-nuación de su historia, pues real-mente es una historia en extremo asombrosa y extraordinaria.”
% g3 ?4 f( d% x8 o Salió el sol e inmediatamente el rey Schahriar fue a la sala de sus jus-ticias, y se llenó el diván con la mul-titud de visires, chambelanes, guar-dias y gente de palacio. Y el rey juzgó y dispuso nombramientos y destituciones, y gobernó y despachó los asuntos pendientes, hasta que hubo acabado el día.$ e% b& t7 J$ q: a
Y luego se levantó el diván, regre-só el rey al palacio, y cuando llegó la noche fue a buscar a Schahrazada, la hija del visir.- K2 t% G. P1 ?/ X3 t1 g0 U \
Y ERA LA 24a. NOCHE8 @' o0 p, f* Q) e. [
Y la joven. Doniazada, se apre-suró a levantarse del tapiz y dijo a Schahrazada:& R8 l( T6 r* _; v2 g9 l% H
?Oh hermana mía! Te suplico que termines ese cuento tan hermoso de la historia del bello Hassán Badreddin y de su mujer, la hija de su tío Chamseddin: Estabas precisa-mente en estas palabras: “La abuela lanzó una terrible mirada al eunuco Said, y le dijo...” “?Qué le dijo?”$ e9 K+ m; Y- |" v3 P& r2 b" W2 O
Y Schahrazada, sonriendo a su hermana, repuso: “La proseguiré de todo corazón y buena voluntad, pero no sin que este rey tan bien educado me lo permita.”
/ x- a: d! c: n, R- G) `+ z Entonces, el rey, que aguardaba impaciente el final del relato, dijo a Schahrazada: “Puedes continuar.” Y Schahrazada dijo:
) s0 m) y' n$ ?* l, f- o He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que la abuela de Agib se encolerizó mucho, miró al esclavo de una manera terrible, y le dijo: “Pero ?desdichado! ?Así has perver-tido a este ni?o! ?Cómo te atreviste a hacerle entrar en tiendas de coci-neros o pasteleros?” A estas palabras de la abuela de Agib, el eunuco, muy asustado, se apresuró a negar, y dijo: “No hemos entrado en ninguna pas-telería; no hicimos más que pasar por delante.” Pero Agib insistió te-nazmente: “?Por Alah! Hemos entra-do y hemos comido muy bien.” Y maliciosamente a?adió: “Y te repito, abuela, que aquel dulce estaba mu-cho mejor que este que nos ofreces.”+ y" C3 x/ _8 Q1 D4 ]
, ]" o) X+ F* O0 @' ^ Entonces la abuela se marchó in-dignada en busca del visir para ente-rarle de aquel “terrible delito del eunuco de alquitrán”. Y de tal modo excitó al visir contra el esclavo, que Chamseddin, hombre de mal genio, que solía deshogarse a gritos contra la servidumbre, se apresuró a mar-char con su cu?ada en busca de Agib y el eunuco. Y exclamó: “?Said! ?Es cierto que entraste con Agib en una pastelería?” Y el eunuco, ate-rrado, dijo: “No es cierto, no hemos entrado.” Pero Agib, maliciosamente, repuso: “?Sí que hemos entrado! ?Y además, cuánto hemos comido! ?Ay, abuela! Tan rico estaba, que nos hartamos hasta la nariz. Y luego hemos tomado un sorbete delicioso, con nieve, de lo más exquisito. Y el complaciente pastelero no economizó en nada el azúcar, como la abuela.” Entonces aumentó la ira del visir, y volvió a preguntar al eunuco, pero éste seguía negando. En seguida el visir le dijo: ?Said! Eres un embuste-ro. Has tenido la audacia de desmentir a este ni?o, que dice la ver-dad, y sólo podría creerte si te comieras toda esta terrina preparada por mi cu?ada. Así me demostrarías que te hallas en ayunas.” |