</p> Cuando todos se marcharon, el gobernador me miró con mucha las-tima y me dijo; “?Oh hijo mío! Ahora vas a hablarme con franqueza, diciéndome toda la verdad, sin ocul-tarme nada. Cuéntame, pues, cómo llegó este collar a tus manos.” Yo le contesté: “?Oh mi se?or y sobe-rano! Te diré la verdad.” Y le referí cuanto me había ocurrido con la primera joven, cómo ésta me había proporcionado y traído a la casa a la segunda joven, y cómo, por últi-mo, llevada de los celos, había sacri-ficado a su compa?era. Y se lo conté con todos sus pórmenores. Pero no hay utilidad en repetirlas.
& h) p6 x, N3 {0 F Y el gobernador, en cuanto lo hubo oído, inclinó la cabeza, lleno de dolor y amargura, y se cubrió la cara con el pa?uelo. Y así estuvo durante una hora, y su pecho se desgarraba en sollozos. Después se acercó a mí, y me dijo:
2 f7 \( o+ t! W+ _, i9 k “Sabe, ?oh hijo mío! que la prime-ra joven es mi hija mayor. Fue desde su infancia muy perversa, y por este motivo hube de criarla severamente. Pero apenas llego a la pubertad, me apresuré a casarla, y con tal fin la envié al Cairo, a casa de un tío suyo, para unirla con uno de mis sobrinos, y por lo tanto, primo suyo. Se casó con él, pero su esposo murió al poco tiempo, y entonces ella volvió a mi casa. Y no había dejado de aprovechar su estancia en Egipto para aprender todo género de liber-tinaje. Y tú, qué estuviste en Egipto, ya sabrás cuán expertas son en esto aquellas mujeres. Por eso, apenas estuvo de regreso mi hija, te en-contró y se entregó a ti, y te fue a buscar cuatro veces seguidas. Pero con esto no le bastaba. Corno ya había tenido tiempo para pervertir a su hermana, mi segunda hija, no le costó trabajo llevarla a tu casa; des-pués de contarle cuanto hacía contí-go. Y mi segunda hija me pidió per-miso para acompa?ar a su hermana al zoco, y yo, se lo concedí. ?Y su-cedió lo que sucedió!: P7 ?! K' L* Q0 ]+ W) E) f
Pero cuándo mi hija mayor regre-só sola, le pregunté dónde estaba su hermana. Y me contestó llorando, y acabó por decirme, sin cesar en sus- lágrimas: “Se me ha perdido en el zoco, y no he podido averi-guar qué ha sido de ella.” Eso fue lo que me dijo a mí. Pero no tardó en confiarse a su madre, y acabó por decirle en secreto la muerte de su hermana, asesinada en tu lecho por sus propias manos. Y desde en-tonces no cesa de llorar, y no deja de repetir día y noche: “?Tengo que llorar hasta que me muera!” Y tus palabras, ?oh hijo mío! no han hecho más que confirmar lo que yo sabía, probando que mi hija había dicho, la verdad. ?Ya ves, hijo mío, cuán desventurado soy! De modo que he de expresarte un deseo y pedirte un favor, que confío no has de rehusar-me. Deseo ardientemente que entres en mi familia, y quisiera darte por esposa a mi tercera hija, que es una joven buena, ingenua y virgen, no tiene ninguno de los vicios de sus hermanas. Y no te pediré dote para este casamiento, sino que, al contra-río, te remuneraré con largueza, y te quedarás en mi casa como. un hijo.”; e$ H$ t' `, k; ~
Entonces le contesté: “Hágase tu voluntad, ?oh mi se?or! Pero antes, como acabo de saber que mi padre ha muerto, quisiera mandar recoger su herencia.”
! `5 ^0 U0 j3 t7 ` En seguida el gobernador envió un propio a Mossul, mi ciudad natal? Para que en mi nombre recogiese la herencia dejada, por mi padre. Y efectivamente, me casé con la hija del gobernador, y desde aquel día todos vivimos aquí la vida más prós-pera y dulce.$ X) f% g# r! S9 J/ v S
Y tú mismo, ?oh médico! has podi-do comprobar con tus propios ojos cuán amado y honrado soy en esta casa. ?Y no tendrás en cuenta la descortesía que he cometido contigo durante toda mi enfermedad ten-diéndote la mano izquierda, puesto que me cortaron la derecha!”
6 W* m: T( N0 q" H; ?. c En cuanto a mí -prosiguió el médico judío-, mucho me maravilló esta historia, y felicité al joven por haber salido de aquel modo de tal aventura. Y él me colmo de presen-tes y me tuvo consigo tres días en palacio, y me despidió cargado de riquezas y bienes.
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' S$ Q7 F5 X, J' k9 A! B: D Y entonces me dediqué a viajar y a recorrer el mundo, para perfec-cionarme en mi arte. Y he aquí que llegué a tu imperio, ?oh rey esplén-dido y poderoso! Y entonces fue cuando la noche pasada me ocurrió la desagradable aventura con el joro-bado. ?Tal es mi historia! |