</p> Me levanté, pues, inmediatamente, y después de haber comido alguna fruta, recogí muchas ramas grandes cuya,especie ignoraba entonces, aun-que luego supe eran de sándalo, de la calidad más estimada por los mer-caderes, a causa de su rareza. Des-pués empecé a buscar cuerdas y cor-deles, y al principio no los encontré; pero vi en los árboles unas plantas trepadoras y flexibles, muy fuertes, que podían servirme. Corté las que me hicieron falta, y las utilicé para atar entre sí las ramas grandes de sándalo. Preparé de este modo una enorme balsa, en la cual coloqué fru-ta en abundancia, y me embarqué diciendo: “?Si me salvo, lo habrá querido Alah!”! h0 R. ^* @! E2 z' k
Apenas subí a la balsa Y me hube separado de la orilla, me vi arras-trado con una rapidez espantosa por la corriente, y sentí vértigos, y caí desmayado encima del montón de fruta exactamente igual que un pollo borracho." I2 i4 H1 K. F4 ?! |+ N* A# N( v3 x
Al recobrar el conocimiento, miré a mi alrededor, y quedé más inmó-vil de espanto que nunca, y ensorde-cido por un ruido como el del true-no. El río no era más que un to-rrente de espuma hirviente, y más veloz que el viento, que chocando con estrépito contra las rocas, se lan-zaba hacia un precipicio que adivi-naba yo más que veía. ?Indudable-mente iba a hacerme pedazos en él, despe?ándome sabe quién desde qué altura!* Y% {. G1 O0 a- a% {0 }. m v$ V) {
Ante esta idea aterradora, me aga-rré con todas mis fuerzas a las ra-mas de la balsa, y cerré los ojos ins-tintivamente para no verme aplasta-do y destrozado, e invoqué el nom-bre de Alah antes de morir. Y de pronto, en vez de rodar hasta el abis-mo, comprendí que la balsa se para-ba bruscamente encima del agua, y abrí los ojos un minuto por saber a qué distancia estaba de la muerte, y no fue para verme estrellado contra los pe?ascos, sino cogido con mi bal-sa en una inmensa red, que unos hombres echaros sobre mí desde la ribera. De esta suerte me hallé co-gido y llevado a tierra, y allí me sacaron o vivo y medio muerto de entre las mallas de la red, en tan-to transportaban a la orilla mi balsa. Mientras yo permanecía tendido, inerte y tiritando, se adelantó hacia mí un venerable jeique de barbas- blancas, que empezó por desearme la bienvenida, y por cubrirme- con ropa caliente que me sentó muy bien. Reanimado ya por las fricciones y el masaje que tuvo la bondad de darme el anciano, pude sentarme, pero sin recobrar todavía el uso de la palabra.
% n4 ]8 f; v" j Entonces el anciano me cogió del brazo, y me llevó suavemente al hammam, en donde me hizo tomar un ba?o excelente que acabó de res-tituirme el alma; después me hizo aspirar perfumes exquisitos y me los echó por todo el cuerpo, y me llevó a su casa.
6 S6 a! p c! V7 A" H Cuando entré en la morada de aquel anciano, toda su familia se alegró mucho de mi llegada, y me re-cibió con gran cordialidad y demos-traciones amistosas. El mismo ancia-no hizome áentar en medio del di-ván de la sala de recepcion, y me dio a comer cosas de primer orden, y a beber un agua agradable perfu-mada con flores. Después quemaron incienso a mi alrededor, y los escla-vos me trajeron agua caliente y aromatizada para lavarme las manos, y me presentaron servilletas ribeteadas de seda, para secarme los dedos las barbas y la boca. Tras de lo cual el anciano me llevó a una habitación muy bien amueblada, en donde que-dé solo, porque se retiró con mucha discreción. Pero dejó a mis órdenes varios esclavos que de cuando en cuando iban a verme por si necesitaba sus servicios.
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# w' R" u a3 j/ ?& c Del propio modo me trataron du-rante tres días, sin que nadie me in-terrogase ni me dirigiera ninguna pregunta, y no dejaban que careciese de nada, cuidándome con mucho es-mero, hasta que recobré completa-mente las fuerzas, y mi alma y mi corazón se calmaron y refrescaron. Entonces, o sea la ma?ana del cuar-to día, el anciano se sentó a mi lado, y después de las zalemas, me dijo: “?Oh huésped, cuanto placer y sa-tisfacción hubo de proporcionarnos tu presencia! ?Bendito sea Alah, que nos puso en tu camino para salvar-te del abismo! ?Quién eres y de dón-de vienes?” Entonces di muchas gra-cias al anciano por el favor enorme que me había hecho salvándome la vida y luego dándome de comer ex-celentemente, y de beber excelentemente, y perfumándome excelente-mente, y le dije: “.?Me llamo Sindbad el Marino! ?Tengo este sobrenombre a consecuencia de mis grandes viajes por mar y de las cosas extraordína-rías que me ocurrieron, y que si se escribieran con agujas en el ángulo de un ojo, servirían de lección a los lectores atentos!” Y le conté al an-ciano mi historia desde el principio hasta el fin, sin omitir detalle. |