</p> Y se echó a llorar.
! y; M* H, K9 V8 _. J' @ Entonces el maghrebín se encaró con Aladino, y le dijo: “?Ah! ?Oh hijo de mi hermano! ?en verdad que no sabía yo todo eso que a ti se refiere! ?Por qué marchas por esa senda de haraganería? ?Qué verguen-za para ti, Aladino! ?Eso no está bien en hombres como tú! ?Te hallas dotado de razón, hijo mío, y eres un vástago de buena familia! ?No es para ti una deshonra dejar así que tu pobre madre, una mujer vie-ja, tenga que mantenerte, siendo tú un hombre con edad para tener una ocupación con que pudierais manteneros ambos?.. ?Y por cierto ?oh hijo mío! que gracias a Alah, lo que sobra en nuestra ciudad son maes-tros de oficio! ?Sólo tendrás, pues, que escoger tú mismo el oficio que más te guste, y yo me encargo de colocarte! ?Y de ese modo, cuando seas mayor, hijo mío, tendrás entre las manos un oficio seguro que te proteja contra los embates de la suerte! ?Habla ya! ?Y si no te agrada el trabajo de aguja, oficio de tu di-fundo padre, busca otra cosa y avísamelo y te ayudaré todo lo que pueda, ?oh hijo mío!”
$ a! @: ~0 Z0 t1 r5 b n Pero en vez de contestar. Aladino continuó con la cabeza baja y guar-dando silencio con lo cual indicaba que no quería más oficio que el de vagabundo. Y el maghrebín advir-tió su repugnancia por los oficios manuales, y trató de atraérsela de otra manera. Y le dijo, por tanto: “?Oh hijo de mi hermano! ?no te enfades ni te apenes por mi insisten-cia! ?Pero déjame a?adir que, si los oficios te repugnan, estoy dispuesto, caso de que quieras ser un hombre honrado, a abrirte una tienda de mercader de sederías en el zoco grande! Y surtiré esa tienda con las telas más caras y brocados de la ca-lidad más fina. ?Y así te harás con buenas relaciones entre los merca-deres al por mayor! Y te acostum-brarás a vender y comprar, a tomar y a dar. Y será excelente tu reputa-ción en la ciudad., ?Y con ello hon-rarás la memoria de tu difunto pa-dre! ?Qué dices a esto, ?oh Aladino!, hijo mío?* \/ H6 R5 q" Y5 {. ?& ~
Cuando Aladino escuchó esta pro-posición de tu tío y comprendió que podría convertirse en un gran mer-cader del zoco, en un hombre de importancia, vestido con buenas ro-pas, con un turbante de seda y un lindo cinturón de diferentes colores, se regocijó en extremo. Y miró al maghrebín sonriendo y torciendo la cabeza, lo que en su lenguaje sig-nificaba claramente: “?Acepto!” Y el maghrebín comprendió entonces que le agradaba la proposición, y dijo a Aladino: “Ya que quieres convertirte en un personaje de im-portancia, en un mercader con tien-da abierta, procura en lo sucesivo hacerte digno de tu nueva situación. Y sé un hombre desde ahora, ?oh hijo de mi hermano! Y ma?ana, si Alah, quiere, te llevaré al zoco, y empezaré por comprarte un her-moso traje nuevo, como lo llevan los mercaderes ricos, y todos los acce-sorios que exige. ?Y hecho esto, bus-cáremos juntos una tienda buena para instalarte en ella!”
1 a. I) K8 x3 Q' H$ V% W ?Eso fue todo! Y la madre de Aladino, que oía aquellas exhortaciones y veía aquella generosidad, ben-decía a Alah, el Bienhechor, que de manera tan inesperada le enviaba a un pariente que la salvaba de la mi-seria y llevaba por el buen camino a su hijo Aladino. Y sirvió la co-mida con el corazón alegre, como si se hubiese rejuvenecido veinte a?os., ? Y comieron y bebieron, sin dejar de charlar de aquel asunto, que tanto les interesaba a todos! Y el maghrebín empezó por iniciar a Aladino en la vida y los modales de los mercaderes, y por hacerle que se interesara mucho en su nueva condición. Luego, cuando vio que la noche iba ya mediada, se levantó y se despidió de la madre de Ala-dino y besó a Aladino. Y salió, pro-metiéndole que volvería al día si-guiente. Y aquella noche, con la ala-gría, Aladino no pudo pegar los ojos Y no hizo más que pensar en la vida encantadora que le esperaba.& f, d6 v* @, E. ?% U' t& G4 T
# l& e/ Y3 B$ Z- A, @- s5 v, H0 } Y ha aquí que al siguiente día, a primera hora, llamaron a la puerta. Y la madre de Aladino fue a abrir por sí misma, y vio que precisamen-te era el hermano de su esposo, el maghrebín, que cumplía su prome-sa de la víspera. Sin embargo, a pe-sar de las instancias de la madre de Aladino, no quiso entrar, pretextan-do que no era hora de visitas, y solamente pidio permiso para llevar-se a Aladino consigo al zoco. Y Ala-dino, levantado y vestido ya, corrió en seguida a ver a su tío, y le dio los buenos días y le besó la mano. Y el maghrebín le cogió de la mano y se fue, con él al zoco. Y entró con él en la tienda del mejor mer-cader y pidió un traje que fuese el mas hermoso y el más lujoso entre los trajes a la medida de Aladino. Y el mercader le ense?ó varios a cual más hermosos. Y el mahrebín dijo a Aladino. “?Escoge tú mismo el que te guste, hijo mío!” Y en extremo encantado de la generosidad de su tío, Aladino escogió uno que era todo de seda rayada y relucien-te. Y también escogió un turbante de muselina de seda recamada de oro fino, un cinturón de cachemira y botas de cuero rojo brillante. Y el maghrebín lo pagó todo sin regatear y entregó el paquete a Aladino, diciéndole: “?Vamos ahora al hammam, para que estés bien limpió antes de vestirte de nuevo!- Y le condujo al hammam, y entró con él en una sala reservada, y le ba?ó con sus propias manos; y se ba?ó él también. Luego pidió los refrescos que suceden al ba?o; y ambos bebieron con delicia y muy contentos. Y entonces se pu-so Aladino el suntuoso traje consa-bido de seda rayada y reluciente, se colocó el hermoso turbante, se ci?ó al talle el cinturón de Indias y se calzó las botas rojas. Y de este mo-do estaba hermoso cual la luna y comparable a algún hijo de rey o de sultán. Y en extremo encantado de verse transformado así, se acercó a su tío y le besó la mano y le dio muchas gracias por su generosidad. y el maghrebín, le besó, y le dijo: “?Todo esto no es más que el co-rnienzo!” Y salió con él del ham-mam, y le llevó a los zocos más frecuentados, y le hizo visitar las tiendas de los grandes mercaderes. Y hacíale admírar las telas más ricas y los objetos de precio, ense?ándole el nombre de cada cosa en particular; y le decía: “?Como vas a ser mar-cader es preciso que te enteres de los pormenores de ventas y com-pras!” Luego le hizo visitar los edi-ficios notables de la ciudad y las mezquitas principales y los khans en que se alojaban las caravanas. Y terminó el paseo, haciéndole ver los palacios del sultán y los jardines que los circundaban. Y por último le llevó al khan grande, donde para-ba él, y le presentó a los mercaderes conocidos suyos, diciéndoles: “?Es el hijo de mi hermano!” Y les invitó a todos a una comida que dio en honor de Aladino, y les regaló con los manjares más selectos, y estuvo con ellos y con Aladino hasta la noche. |