</p> En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la ma?a-na y discreta, se calló. |/ C& I- M* h! O; T% i& V+ J
PERO CUANDO LLEG6 LA 854 NOCHE
7 D% T; y" U$ c( M" A' s( F, R Ella dijo:) n* {4 Q3 t# J$ ]8 H* U
“...y levantándose, al momento corrió a casa de su hermano para ver por sus propios ojos lo que ha-bía, y encontró a Alí Babá todavía con el pico en la mano, terminando de enterrar su tesoro, y abordándole, sin siquiera llamarle por su nombre y sin tratarle de hermano, pues ha-bía olvidado el parentesco mucho antes de conocer la noticia de su for-tuna, le dijo: “?Es así, oh padre de los asnos, como recelas y te ocultas de nosotros! ?Sí! ?Continúas aparen-tando pobreza y miseria ante las gen-tes, para después en tu vivienda piojosa medir el oro como el merca-der de granos sus mercancías!” Alí Babá se turbó mucho al oír estas pa-labras, pero no porque fuese avaro o interesado, sino porque le constaba la malicia de su hermano y de la esposa de éste, y respondió: “?Por Alah! No sé a qué te refieres. Apre-súrate a explicarte y seré franco contigo, a pesar de que hace muchos a?os que has olvidado el lazo de sangre que nos une y desvías la mirada cada vez que te encuentras conmigo o con mis hijos.” Entonces, el autoritario Kasín dijo: “No se tra-ta de eso, Alí Babá, sino de que me saques de la ignorancia, pues no sé por qué has de tener interés en ocul-tármelo”; y le mostró el dinar de oro todavía manchado de sebo, y mi-rando a su hermano de reojo le di-jo: “?Cuántas medidas de dinares semejantes a éste tienes en tu grane-ro, bribón? ?Y cómo has reunido tanto oro, vergüenza de nuestra ca-sa?”-. Después en pocas palabras, le contó cómo su esposa había emba-durnado de sebo el fondo de la me-dida que le había prestado y cómo aquella pieza de oro se había pega-do. Cuando Alí Babá hubo escucha-do las explicaciones de su hermano comprendió que lo sucedido ya no se podía remediar, por lo que sin hacer el menor gesto de asombro dijo: “?Alah es generoso, hermano mío, ya que él nos envía sus dones! ?Que él sea exaltado!”; y le contó con toda clase de detalles su histo-ria del bosque, excepto lo referente a la fórmula mágica, y a?adió ?Hermano mío! Nosotros somos hi-jos del mismo padre y de la misma madre, y por eso todo lo mío es tuyo; yo deseo, si tú te dignas acep-tarlo, ofrecerte la mitad del oro que he cogido de la caverna. El pícaro Kasín, que era tan avaro como mal-vado, respondió: “Ciertamente es así como tú lo entiendes; pero yo quie-ro saber cómo podría entrar en la caverna, y, sobre todo, no me en-ga?es, pues en tal caso iría a denun-ciarte a la justicia como cómplice de los ladrones.” El buen Alí Babá, pensando en el destino de su mujer e hijos en el caso de que fuese de-nunciado le reveló las tres palabras de la fórmula mágica, impulsada más por su naturaleza amable que por las amenazas de un hermano tan bárbaro.
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Kasín, sin dirigirle una palabra de agradecimiento, le dejó brusca-mente, resuelto a ir él solo a apo-derarse de todo el tesoro de la, cueva. A la ma?ana siguiente, antes que amaneciese, partió hacia el bos-que llevando con él diez mulas car-gadas con gránedes cofres que se pro-ponía llenar con el producto de su primera expedición; por otro lado se decía que una vez hubiese dado bue-na cuenta de las provisiones y ri-quezas sacadas de la gruta en el pri-mer viaje, se reservaría el derecho de hacer una segunda expedición con mayor número de mulas, e incluso, si así lo decidía, con una caravana de camellos. Siguió al pie de la le-tra las indicaciones de Alí Babá, quien en su bondad había llegado in-cluso a ofrecérsele como guía; pero había desistido de su ofrecimiento al ver la sospecha reflejada en la som-bría mirada de Kasín. Pronto llegó ante la roca, que reconoció por su aspecto enteramente liso, y por un árbol que le daba sombra, y alar-gando los brazos hacia ella dijo: ?Sésamo, ábrete!” Súbitamente la roca se endió por la mitad y Kasín, que había dejado sus mulas atadas a los árboles, penetró en la caverna, cuya entrada se cerró tras él gracias a la fórmula mágica. Su asombro no tuvo límites a la vista de tantas ri-quezas acumuladas, y al contemplar aquel oro amontonado y aquellas jo-yas guardadas en vasijas. Un gran deseo, cada vez más intenso, de ser el due?o de aquel tesoro, se apoderó de el, si bien se dio cuenta de que para transportar todo aquello no se-ría suficiente, no ya sólo una cara-vana de camellos, sino aún todos los camellos que viajan desde los confi-nes de la Chía hasta las fronteras del Irán. Se dijo que para la próxi-ma vez tomaría todas las medidas necesarias para organizar una verda-dera expedición, contentándose esta vez con llenar de oro amonedado tantos sacos como pudiese llevar so-bre las diez mulas. Una vez aue aca-bó aquel trabajo, regresó a la gale-ría, y dijo: “?Cebada, ábrete!” Ka-sín, cuyo ánimo estaba embargado por completo por el descubrimiento de aquel tesoro, había olvidado las palabras que debía decir, lo que ori-ginó su pérdida sin remedio. Volvió a repetir varias veces: “Cebada ábre-te!”; mas la puerta permanecía ce-rrada. Entonces dijo: “?Haba, ábre-te!”, pero la puerta no se abrió, por lo que dijo: “?Avena, ábrete!”; mas esta vez_tampoco se abrió hendidu-ra alguna. Kasín comenzó a perder la paciencia; y gritó: “?Centeno, abre-te!” “?Mijo, ábrete!” “?Alforfón, ábrete!”, “?Trigo, ábrete!” “?Arroz, ábrete!” Mas la puerta de granito permaneció cerrada. Kasín se asustó mucho al verse encerrado a causa de haber olvidado las palabras má-gicas; pero a pesar de ello continuó pronunciando ante la roca inamovi-ble todos los nombres de cereales y los de las diferentes variedades de granos que la mano del Sembrador lanzó sobre la superficie de los cam-pos en el principio del mundo; pero la roca continuó inmóvil, ya que el indigno hermano de Alí Babá olvidó un grano, el misterioso sésamo, que precisamente era el único que esta-ba dotado de poderes mágicos. Así es como más pronto o más tarde el destino nubla por orden del Todopoderoso la memoria de los truhanes, les quita lucidez y ciega su vista, y hablando de pícaros: “?Que Alah les retire el don de la lucidez y deje que tanteen en las tinieblas, y que estonces, ciegos, sordos y mudos, no puedan volver sobre sus pasos!” Por otro lado, el profeta, que Alah le ten-ga en su gracia, ha dicho: “?Sean cerrados sus oídos con el sello de Alah y sus ojos tapados con un velo, pues les está reservado un suplicio espantoso!” |