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[西语阅读] 《一千零一夜》连载十二

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发表于 2012-8-17 11:59:20 | 显示全部楼层 |阅读模式
  HISTORIA DEL JOROBADO, CON EL SASTRE, EL CORREDOR NAZARENO,0 c6 c# W' q1 G! u& Y7 \0 U! E, L7 Z
  EL INTENDENTE Y EL MEDICO JUDíO; LO QUE DE ELLO RESULTE,# M  H' r$ M7 z; x# T# ^5 x
  Y SUS AVENTURAS SUCESIVAMENTE REFERIDAS
) }/ s8 ^) i! v! z  ^! }  Entonces Schahrazada dijo al rey Schahriar:
( ?) ^8 _2 Y3 d0 s2 p9 g! I* u3 c4 a  “He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de las edades y de los siglos, hubo en una ciudad de la China un hombre que era sastre y estaba muy satisfecho de su condición. Amaba las distracciones apacibles y tranquilas y de cuando en cuando acostumbraba a salir con su mujer, para pasearse y recrear la vista con el espectáculo de las calles y los jardines. Pero cierto día que ambos habían pasado fuera de casa, al regresar a ella, al anochecer, en-contraron en el camino a un joro-bado de tan grotesca facha, que era antídoto de toda melancolía y haría, reír al hombre más triste, disipando toda pesar y toda aflicción. Inme-diatamente se le acercaron el sastre y su mujer, divirtiéndose tanto con sus chanzas, que le convidaron a pasar la noche en su compa?ía. El jorobado hubo de responder a esta oferta como era debido, unien-dose a ellos, y llegaron juntos a la casa. Entonces el sastre se apartó un momento para ir al zoco antes de que los comerciantes cerrasen sus tiendas, pues quería comprar provi-siones con qué obsequiar al huésped. Compró pescado frito, pan fresco, limones, y un gran pedazo de halaua para postre. Después volvió, puso todas estas cosas delante del jorobado, y todos se sentaron a comer.
; w% Y3 ^: b( @  Mientras comían alegremente, la mujer del sastre tomó con los dedos un gran trozo de pescado y lo metió por broma todo entero en la boca del jorobado, tapándosela con la mano para que no escupiera el peda-zo, y dijo: “?Por Alah! Tienes que tragarte ese bocado de una vez sin remedio, o si no, no te suelto.”
4 H. H; r; r( G1 l. I% J  Entonces, el jorobado, tras de mu-chos esfuerzos, acabó por tragarse el pedazo entero. Pero desgraciada-mente para él, había decretado el Destino que en aquel bocado hubiese una enorme espina. Y esta espina se le atravesó en la garganta ocasio-nándole en el acto la muerte.; }, H' M7 R* u: m
  Al llegar a este punto de su relato, vio Scháhrazada, hija del visir, que se acercaba la ma?ana, y con su habitual discreción no quiso prose-guir la historia, para no abusar del permiso concedido por el rey Schah-riar., N; |+ n# U: b) f; ?& P
  Entonces, su hermana la joven Doniazada, le dijo: “?Oh hermana mía! ?Cuán gentiles, cuán dulces y cuán sabrosas son tus palabras!” Y Schahrazada respondió: “?Pues qué dirás la noche próxima, cuando oigas la continuacion, si es que vivo aún, porque así lo disponga la volun-tad de este rey lleno de buenas ma-neras y de cortesía?”  w" |. G, k. m0 K' x
  Y el rey Schahriar dijo para sí: “?Por Alah! No la mataré hasta no oír lo que falta de esta historia, que es muy sorprendente.”8 ^3 u3 S3 T- _, l- a" F8 D* l8 ~$ N
  Después el rey Schahriar acogió a Schahrazada entré sus brazos has-ta que llegó la ma?ana. Entonces el rey se levantó y se fue a la sala de justicia. Y en seguida entró el visir, y entraron asimismo los emires, los chambelanes y los guardias, y el diván se llenó de gente. Y el rey empezó a juzgar y a despachar asun-tos, dando un cargo a éste, destitu-yendo a aquel, sentenciando en los pleitos pendientes, y ocupando su tiempo de este modo hasta acabar el día. Terminadó el diván, el rey volvió a sus aposentos y fue en busca de Schahrazada.$ S1 S. K, ?" d+ b9 g3 r0 \- ?/ }
  Y CUANDO LLEGó LA 25a NOCHE3 L0 C4 P: L" i# G9 y, v3 `
  Doniazada dijo a Schabrazada: “?Oh hermana mía! Te ruego que nos cuentes la continuación de esa historia del jorobado, con el sastre y su mujer.” Y Sehahrazada repuso: “?De todo corazón y como debido homenaje! Pero no sé si lo consen-tirá el rey.” Entonces el rey se apre-suró a decir: “Puedes contarla.” Y Schahrazada dijo:  Z5 X9 U* G& O, W) z: s. F
' X5 o+ ]" E/ H- c
  He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que cuando el sastre vio morir de aquella manera al joroba-do, exclamó: “?Sólo Alah él Altísimo y Omnipotente posee la fuerza y el poder! ?Qué desdicha que este pobre hombre haya venido a morir preci-samente entre nuestras manos!” Pero la mujer replicó: “?Y qué piensas hacer ahora? ?No conoces estos ver-sos del poeta?
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:21 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  ?Oh alma mía! ?por qué te sumerges en lo absurdo hasta enfermar? ?Por qué te preocupas con aquello que te acareará la pena y la zozobra?
% e  j' h$ s4 @9 @# P8 o7 n  ?No temes al fuego, puesto que vas a sentarte en él? ?No sabes que quien se acerca al fuego se expone a abra-sarse.
5 x, b+ U$ {7 S7 |4 F# l: u5 p( I  Entonces su marido le dijo: “No sé, en verdad, qué hacer.” Y la mujer respondió: “Levántate, que entre los dos lo llevaremos, tapándole con una colcha de seda, y lo sacaremos ahora mismo de, aquí, yendo tú detrás y yo delante. Y por todo el camino irás diciendo en alta voz: “?Es mi hijo, y ésta es su madre! Vamos buscando a un médico que lo cure. ?En dónde hay un médico?”! \& k7 q: Y) M/ V& o
  Al oír el sastre estas palabras se levantó, cogió al jorobado en brazos, y salió de la casa en seguimiento de su esposa. Y la mujer empezó a clamar: “?Oh mi pobre hijo! ?Podre-mos verte sano y salvo? ?Dime! ?Sufres mucho? ?Oh maldita viruela! ?En qué parte del cuerpo te ha brotado la erupción?” Y al oírlos, decían los transeúntes: “Son un pa-dre y una madre que llevan a un ni?o enfermo de viruelas.” Y se apresuraban a alejarse.# t# v7 \% q  Z/ w( B
  Y así siguieron andando el sastre y su mujer, preguntando por la casa de un médico, hasta que los llevaron a la de un médico judío. Llamaron entonces, y en seguida bajó una ne-gra, abrió la puerta, y vio a aquel hombre que llevaba un ni?o en bra-zos, y a la madre que lo acompa?a-ba. Y ésta le dijo: “Traemos un ni?o para que lo vea el médico. Toma este dinero, un cuarto de di-nar, y dáselo adelantado a tu amo, rogándole que baje a ver al ni?o, porque está muy enfermo.”
" \! S' D8 i0 |, i0 a; I) ]7 t  Volvió a subir entonces la criada, y en seguida la mujer del sastre traspuso el umbral de la casa, hizo entrar a su marido, y le dijo: “Deja en seguida ahí el cadáver del joro-bado. Y vámonos a escape.” Y el sastre soltó el cadáver del jorobado, dejándolo arrimado al muro, sobre un pelda?o de la escalera, y se apre-suró a marcharse, seguido por su mujer.
& H! O, v& j# `8 p7 P9 i  En cuanto a la negra, entró en casa de su amo el médico judío, y le dijo: “Ahí abajo queda un enfer-mo, acompa?ado de un hombre y una mujer, que me han dado para ti este cuarto de dinar para que recetes algo que le alivie. Y cuando el médico judío vio el cuarto de dinar, se alegró mucho y se apresuró a levantarse; pero con la prisa no se acordó de coger una luz para bajar. Y por esto tropezó con el jorobado, derribándole. Y muy asustado, al ver rodar a un hombre, le examinó en seguida,. y al comprobar que estaba muerto, se creyó causante de su muerte. Y gritó entonces: “?Oh Se?or! ?Oh Alah justiciero! Por las diez palabras santas!” Y siguió invo-cando a Harún, a Yuschah, hijo de Nun, y a los demás. Y dijo: “He aquí que acabo de tropezar con este enfermo, y le he tirado rodando por la escalera. Pero ?cómo salgo yo ahora de casa con un cadáver?” De todos modos, acabó por cogerlo y llevarlo desde el patio a su habita-ción, donde lo mostró a su mujer, contando todo lo ocurrido. Y ella exclamó aterrorizada: “?No, aquí no lo podemos tener! ?Sácalo de casa cuanto antes! Como continúe con nosotros hasta la salida del sol, esta-mos perdidos sin remedio. Vamos a llevarlo entre los dos a la azotea y desde allí lo echaremos a la casa de nuestro vecino el musulmán. Ya sabes que nuestro vecino es el inten-dente proveedor de la cocina del rey, y su casa está infestada de ratas, perros y gatos, que bajan por la azotea para comerse las provisiones de aceite, manteca y harina. Por tanto, esos bichos no dejarán de co-merse este cadáver, y lo harán des-aparecer.”
9 G. }( \' {4 @7 ?8 y  Entonces el médico judío y su mujer cogieron al jorobado y lo llevaron a la azotea, y desde allí lo hicieron descender pausadamente hasta la casa del mayordomo, dejan-dolo de pie contra la pared de la cocina. Después se, alejaron, descen-diendo a su casa tranquilamente.
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  Pero haría pocos momentos que el jorobado se hallaba arrimado con-tra la pared, cuando el intendente, que estaba ausente, regresó a su casa, abrió la puerta, encendió una vela, y entró. Y encontró a un hijo de Adán de pie en un rincón: junto a la pared de la cocina. Y el intenden-te, sorprendidísimo, exclamó: “?Qué es eso? ?Por Alah! He aquí, que el ladrón que acostumbraba a robar mis provisiones no era un bicho, sino un ser humano. Este es el que me roba la carne y la manteca, a pesar de que las guardo cuidadosa-mente por temor a los gatos y a los perros. Bien inútil habría sido matar a todos los perros y gatos del barrio, como pensé hacer puesto que este individuo es el que bajaba por la azotea.” Y en seguida agarró el inten-dente una enorme estaca,, yéndose para el hombre, y le dio de garro-tazos, y aunque le vio caer, le siguió apaleando. Pero como el, hombre no se movía, el intendente advirtió que estaba muerto, y entonces dijo desolado: “?Sólo Alah el Altísimo y Omnipotente posee la fuerza y el poder!” Y después a?adió: “?Maldi-tas sean la manteca y la carne, y maldita esta noche! Se necesita tener toda la mala suerte que yo tengo para haber matado así a este hom-bre. Y no sé qué hacer con él.” Después lo miró con mayor atención, comprobando que era jorobado. Y le dijo: “?No te basta con ser joro-beta? ?Querías también ser ladrón y robarme la carne y la manteca de mis provisiones? ?Oh Dios protector, ampárame con el velo de tu poder!” Y como la noche se acababa, el intendente se echó a cuestas al joro-bado, salió de su casa anduvo cargado con él, hasta que llegó a la entrada del zoco. Paróse entonces, colocó de pie al jorobado junto a una tienda, en la esquina de una bocacalle, y se fue.
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:22 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Y al poco tiempo de estar allí el cadáver del jorobado, acertó a pasar un nazareno. Era el corredor de comerció del sultán. Y aquella noche estaba beodo. Y en tal estado iba al hammam a ba?arse. Su borrachera le incitaba a las cosas más curiosas, y se decía: “?Vamos, que eres casi como el Mesías!” Y marchaba haciendo eses y tambaleándose, y acabó por llegar adonde estaba el jorobado. Pero de pronto vio al jorobado delan-te de él, apoyado contra la pared. Y al encontrarse con aquel hombre, que seguía inmóvil, se le figuró que era un ladrón y que acaso fuese, quien le había robado el turbante, pues el corredor nazareno iba sin nada a la cabeza. Entonces se abalanzó contra aquel hombre, y le dio un golpe tan violento en la nuca que lo hizo caer al suelo. Y en seguida empezó a dar gritos llamando al guarda del zoco. Y con la excitación de su embriaguez, siguió golpeando al joro-bado y quiso estrangularlo, apretón-dole la garganta con ambas manos. En este momento llegó el guarda del zoco y vio al nazareno encima del musulmán, dándole golpes y a punto de ahogarlo. Y el guarda dijo:
- u& z5 v- ^8 A/ T, _4 |" ]  ?Deja a ese hombre y levántate!”, Y el cristiano se levantó. Entonces el guarda del zoco se acercó al jorobado, que se hallaba tendido en el suelo, lo examinó, y vio que estaba muerto. Y gritó enton-ces: “?Cuándo se ha visto que un nazareno tenga la audacia de golpear a un musulmán y matarlo? Y el guarda se apoderó del nazareno, le ató las manos a la espalda y le llevó a casa del walí. Y el nazareno, se lamentaba y decía: “?Oh Mesías, oh Virgen! ?Cómo habré podido matar a ese hombre? ?Y qué pronta ha muerto, sólo de un pu?etazo! Se me pasó la borrachera, y ahora viene la reflexión.”
& K% K: C, n4 V  K$ n& E  Llegados a casa del walí, el naza-reno y el cadáver del jorobado que-daron encerrados toda la noche, has-ta que él walí se despertó por la ma-?ana. Entonces el walí interrogó al nazareno, que no pudo negar los hechos referirlos por el guarda, del zoco. Y el walí no pudo hacer otra cosa que condenar a muerte a aquel, nazareno que había matado a un musulmán. Y ordenó que el porta-alfanje pregonara por toda la ciudad la sentencia de muerte del corredor nazareno. Luego mandó que levan-tasen la horca y se llevasen a ella al sentenciado.& h% T/ F) z0 U" o* O
  Entonces se acercó el portaalfanje y preparó, la cuerda, hizo el nudo corredizo, se lo pasó al nazareno por el cuello, y ya iba a tirar de él, cuando de pronto el proveedor del sultán hendió la muchedumbre y abriéndose camino hasta el nazare-no, que estaba de pie junto a la horca, dijo al portaalfanje: “?Deten-te! ?Yo soy quien ha matado a ese hombre!” Entonces el walí le pre-guntó: “?Y por qué le mataste?” Y el intendente dijo: “Vas a saberlo. Esta noche, al entrar en mi casa, advertí que se había metido en ella descolgándose por la terraza, para robarme las provisiones. Y le di un golpe en el pecho con un palo, y en seguida le vi caer muerto. Enton-ces le cogí a cuestas y le traje al zoco, dejándole de pie arrimado contra una tienda en tal sitio y en tal esquina. Y he aquí que ahora, con mi silencio iba a ser causa de que matasen a este nazareno, después de haber sido yo quien mató a un musulmán. ?A mí, pues, hay que ahorcarme!”9 T- L  R- _% D( x: B
  Cuando el walí hubo oído las pala-bras del proveedor, dispuso que sol-tasen al nazareno, y dijo al porta-alfanje: “Ahora mismo ahorcarás a este hombre, que acaba de confesar su delito.”
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  Entonces el portaalfanje cogió la cuerda que había pasado por el cue-llo del cristiano y rodeó con ella el cuello del proveedor, lo llevó juntó al patíbulo, y lo iba a levantar en el aire, cuando de pronta el médico judío atravesó la muchedumbre, y dijo a voces al portaalfanje: “?Aguar-da! ?El única culpable soy yo!” Y después contó así la cosa: “Sabed todos que este hombre me vino a buscar para consultarme, a fin de que lo curara. Y cuando yo bajaba la escalera para verle, como era de noche, tropecé, con él y rodó hasta lo último de la escalera, convirtién-dose en un cuerpo sin alma. De modo que no deben matar al pro-veedor, sino a mí solamente. Entonces el walí dispuso la muerte del médico judío. Y el portaalfanje quitó la cuerda del cuello del pro-veedor y la echó al cuello del médico judío, cuando se vio llegar al sastre, que, atropellando a todo el mundo, dijo: “?Detente! Yo soy quien lo maté. Y he aquí lo que ocurrió. Salí ayer de paseo y regresaba a mi casa al anochecer. En el camino encontré a este jorobado, que estaba borracho y muy divertido, pues llevaba en la mano una pandereta y se acompa-?aba con ella cantando de una ma-nera chistosísma. Me detuve para contemplarle y divertirme, y tanto me regocijó, que lo convidé a comer en mi casa. Y compré pescado entre otras cosas? y, cuando estábamos comiendo, tomó mi mujer un trozo de pescado, que colocó en otro de pan, y se lo metió todo en la boca a este hombre y el bocado le ahogó, muriendo en el acto. Entonces lo cogimos entre mi mujer y yo y lo lle-vamos a casa del médico judío. Bajó a abrimos un negra, y yo le dije lo que le dije. Después le di un cuarto de dinar para su amo. Y mien-tras ella subía, agarré en seguida al jorobado y lo puse de pie contra el muro de la escalera, y yo y mi mujer nos fuimos a escape. Entre-tanto, bajó el médico judío para ver al enfermo; pero tropezó con el joro-bado, que cayó en tierra, y el judío creyó que lo había matado él.”
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:23 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Y en este momento, el sastre se volvió hacia el médico judío y le dijo: ?No fue así?” El médico repuso: “?Esa es la verdad!” Entonces, el sastre, dirigiéndose al walí, exclamó: ?Hay, pues, que soltar al judío y ahorcarme a mí!”
6 C7 u  e5 Y: k" \. V4 W+ d+ s; r* J  El walí, prodigiosamente asombra-do, dijo entonces: “En verdad que esta historia merece escribirse en los anales y en los libros.” Después mandó al portaalfanje que soltase al judío y ahorcase al sastre, que se había declarado culpable. Entonces el portaalfanje llevó al sastre junto a la horca, le echó la soga al cuello, y dijo: “?Esta vez va de veras! ?Ya no habrá ningún otro cambio!” Y agarró la cuerda.
1 D! I$ C7 Y5 _- U7 }  ?He aquí todo, por el momento! En cuanto al jorobado, no era otro que el bufón del sultán, que ni una hora podía separarse de él. Y el jorobado, después de emborra-charse aquella noche, se escapó de palacio, permaneciendo ausente toda la noche. Y al otro día, cuando el sultán preguntó por él, le dijeron: ?Oh se?or, el walí te dirá que el jorobado ha muerto, y que su mata-dor iba a ser ahorcado!, Por eso el walí había mandado ahorcar al ma-tador, y el verdugo se preparaba a ejecutarle; pero entonces se presentó un segundo individuo, y luego un tercero, diciendo todos: “?Yo soy el único que ha matado al joroba-do!” “Y cada cual contó al walí la causa de la muerte.”( l) L: J# K: @
  Y el sultán, sin querer escuchar más, llamó a un chambelán y le dijo: “Baja en seguida en busca, del walí y ordénale que, traiga a toda esa gente que está junto a la horca.”
( L0 P) u+ i* }$ @3 A# U  Y el chambelán bajó, y llegó junto al patíbulo, precisamente cuando el verdugo iba a éjecutar al sastre.” Y el chambelán gritó: “?Detente!” Y en seguida le contó al walí que ésta historia del jorobado había llegado a oídos del rey. Y se lo llevó, y se llevó también al sastre, al médico judío, al corredor nazareno y al pro-veedor, mandando transportar tam-bién el cuerpo del jorobado, y con todos ellos marchó en busca del sultán., S& H) M1 d& @# Y# Q! {" o
  Cuando el walí se presentó entre las manos del rey; se inclinó, y besó la tierra, y refirió toda la historia del jorobado, con todos sus porme-nores, desde el principio hasta el fin. Pero es inútil repetirla.
6 p- h1 k$ A8 l0 ?# K$ @4 i5 s7 }/ m  El sultán,, al oir tal historia, se maravilló mucho y llegó al límite más extremo de la hilaridad. Después mandó a los escribas de palacio que escribieran esta historia con aguja de oro. Y luego preguntó a todos los presentes: “?Habéis oído alguna vez historia semejante a la del jorobado?” Entonces el corredor nazareno avanzó un paso, besó la tierra entre las manos del rey, y dijo: “?Oh rey de los siglos y del tiempo! Se una historia mucho más asombrosa que nuestra aventura con el jorobado. La referiré, si me das tu venia, por- que es mucho más sorprendente, más extra?a y más deliciosa que la del jorobado.”
8 S* t8 n4 H! u4 ]0 K; j  Y dijo el rey: “?Ciertamente! Desembucha lo que hayas de decir para que lo oigamos.”! u: M" ]& `( b9 f. P7 P
  Entonces, el corredor nazareno dijo:3 ^' B5 Z7 e9 I& `
  RELATO DEL CORREDOR NAZARENO2 T) S+ G* Y: R
  “Sabe, ?oh rey del tiempo! que vine a este país para un asunto comercial. Soy un extranjero a quien el Destino encaminó a tu reino. Porque yo nací en al ciudad de El Cairo y soy copto entre los coptos. Y es igualmente cierto que me crié en El Cairo, y en aquella ciudad fue corredor mi padre antes que yo.
" `7 ?) `, o" E: D3 ^# m% S  Cuando murió mi padre ya había llegado yo a la edad de hombre. Y por eso fui corredor como él, pues contaba con toda clase de cualida-des para este oficio, que es la espe-cialidad entre nosotros los coptos.
/ y* ?1 s2 B7 c# A, g# \' v" P4 ?
- ^+ s+ M/ Z& {# q& l( q7 M/ B: u: ]3 S3 Q  Pero un día entré los días estaba yo sentado a la puerta del khan de los mercaderes de granos, y el pasar a un joven, hermoso como la luna llena, vestido con el más suntuoso traje y montado en un borrico blanco ensillado con una silla roja. Cuando me vio este joven me saludó, y yo me levanté por consideración hacia él. Sacó entonces un pa?uelo que con-tenía una muestra de sésamo, y me preguntó: “?Cuánto vale el ardeb de esta clase de sésamo?' Y yo le dije: “Vale cien dracmas.” Entonces me contestó: “Avisa a los medidores de granos y ven con ellos al khan Al-Gaonalí, en el barrio de Bab Al--Nassr; allí me encontrarás.” Y se alejó, después de darme el pa?uelo que contenía la muestra de sésamo.
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:24 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Entonces me dirigí a todos los mercaderes de granos y les ense?é la muestra que yo había justipre-ciado en cien dracmas. Y los mer-caderes la tasaron en ciento veinte dracmas por ardeb. Entonces me alegré sobremanera, y haciéndome acompa?ar de cuatro medidores, fui en busca del joven, que, efectiva-mente, me aguardaba en el khan. Y al verme, corrió a mi encuentro y me condujo a un almacén donde estaba el grano, y los medidores llenaron sus sacos, y lo pesaron todo, que ascendió en total a cincuenta medidas en ardebs. Y el joven me dijo: “Te corresponden por comisión diez dracmas por cada ardeb que se venda a cien dracmas. Pero has de cobrar en mi nombre todo el dinero, y lo guardarás cuidadosamente en tu casa, hasta que lo reclame. Como su precio total es cinco mil dracmas, te quedarás con quinientos, guar-dando para mí cuatro mil quinientos: En cuanto despache mis negocios, iré a buscarte para recoger esa can-tidad.” Entonces yo le contesté: “Escucho y obedezco.” Después le besé las manos y me fui.- u; R' x. o7 ]
  Y efectivamente, aquel día gané mil dracmas de corretaje, quinientos del vendedor y quinientos de los com-pradores, de modo que me corres-pondió el veinte por ciento, según la costumbre de los corredores egip-ciós.
' z, `8 s: T, G% A7 w  En cuanto al joven, después de un mes de ausencia, vino a verme y me dijo: “?Dónde están los dracmas?” Y le contesté en seguida: “A tu disposición; helos aquí metidos en este saco.” Pero él me dijo: “Sigue guardándolos algún tiempo hasta que yo venga a buscarlos.” Y se fue y estuvo ausente otro mes, y regresó y me dijo: “?Dónde están los drac-mas?” Entonces yo me levanté, le saludé y le dije: “Aquí están a tu dis-posición. Helos aquí.” Después a?adí: “?Y ahora quieres honrar mi casa viniendo a comer conmigo un plato o dos, o tres o cuatro?” Pero se negó y me dijo: “Sigue guardando el dinero, hasta que venga a recla-mártelo, después de haber despacha-do algunos asuntos urgentes.” Y se marchó. Y yo guardé cuidadosa-mente el dinero que le pertenecía, y esperé su regreso.
) `5 B9 B* M8 a8 J& [4 \, I  Volvió al cabo de un mes, y me dijo: “Esta noche pasaré por aquí y recogeré el dinero.” Y le preparé los fondos; pero aunque le estuve aguardando toda la noche y varios días consecutivos, no volvió hasta pasado un mes; mientras yo decía para mí: “?Qué. confiado es ese joven! En toda mi vida, desde que soy corredor en los khanes y los zocos, he visto confianza como esta.” Se me acercó y le vi, como siempre, en su borrico, con suntuoso traje; y era tan hermoso como la luna llena, y tenía el rostro brillante y fresco como si saliese del hammam, y son-rosadas las mejillas y la frente como una flor lozana, y en un extremo del labio un lunar, como gota de ámbar negro, según dice el poeta:
8 @- Y$ l; d  `6 s& c# ^% U  ?La luna llena se encontró con el sol en lo alto de la torre, ambos en todo el esplendor de su belleza!
6 T9 m* @3 U* i6 ?  j' Y) C1 u  ?Tales eran los dos amantes! ?Y cuantos los veían, tenían que admirar-los y desearles completa felicidad!7 b0 `! ~8 v# h: F2 C  R
  ?Y ahora son tan hermosos, que cautivan el alma!& m  D- x9 p( F
  ?Gloria, pues, a Alah, que realiza tales prodigios y forma sus criaturas a su deseo!
- g% o( \3 I, [. l6 H& N  Y al verle, le besé las manos e invoqué para él todas las bendiciones de Alah, y le dije: “?Oh mi se?or! Supongo que ahora recogerás tu dinero.” Y me contestó: “Ten toda-vía un poco de paciencia; pues en cuanto acabe de despachar mis asun-tos vendré a recogerlo.” Y me volvió la espalda y se fue. Y yo supuse que tardaría en volver, y saqué el dinero y lo coloqué con un interés de veinte por ciento, obteniendo de él cuantiosa ganancia. Y dije para mí:- “?Por Alah! Cuando vuelva, le rogaré que acepte mi invitación, y le trataré con toda largueza, pues me aprovecho de sus fondos y me estoy haciendo muy rico.”
* J" {& J" k! d$ n) L  Y transcurrió un a?o, al cabo del cual regresó, y le vi vestido con ropas más lujosas que antes, y siem-pre montado en su borrico blanco, de buena raza.) O( H* E: l- ?# p' }4 S/ Z
* w' p. e, O1 t, p
  Entonces le supliqué fervorosamente que aceptase mi invitación y comiera en mi casa, a lo cual me contestó:: “No tengo inconveniente, pero con la condición de que el dinero para los gastos no los saques de los fondos que me pertenecen y están en tu casa.” Y se echó a reír. Y yo hice lo mismo. Y le dije: “Así sea, y de muy buena gana.” Y le lleve a casa, y le rogué que se senta-se, y corrí al zoco a comprar toda clase de víveres, bebidas y cosas semejantes, y lo puse todo sobre el mantel entre sus manos, y le invité a empezar, diciendo: “?Bismnah!” Entonces se acercó a los manjares, pero alargó la mano izquierda, y se puso a comer con esta mano izquierda. Y yo me quedé sorpren-didísimo, y no supe qué pensar. Terminada la comida, se lavó la mano izquierda sin auxilio de la derecha, y yo le alargué la toalla para que se secase, y después nos sentamos a conversar.
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:25 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Entonces le dije: “?Oh mi gene-roso se?or! Líbrame de un peso que me abruma y de una tristeza que me aflige. ?Por qué has comido con la manó izquierda? ?Sufres alguna en-fermedad en tu mano derecha?” Y al oirlo el mancebo, me miró y recitó estas estrofas:
! G! j/ x6 m' J  ?No preguntes por los sufrimientos y dolores de mi alma! ?Conocerías mi mal!
" b. H6 h! ?$ k' S! c  ?Y sobre todo, no preguntes si soy feliz! ?Lo fuíl ?Pero hace tanto tiempo! ?Desde entonces, todo ha cambiado! ?Y contra lo inevitable no hay más que invocar la cordura!
+ i8 H" }, k* _1 r- g  x( r: l  Después sacó el brazo derecho de la manga del ropón, y vi que la mano estaba cortada, pues, aquel brazo terminaba en un mu?ón. Y me quedé asombrado profundamente. Pero él me dijo: “?No te asombres tanto! Y sobre todo, no creas que he comido con la mano izquierda por falta de consideración a tu per-sona, pues ya ves que ha sido por tener cortada la derecha. Y el moti-vo de ello no puede ser más sor-prendente.” Entonces le pregunté: “?Y cuál fue la causa?” Y el joven suspiró, se le llenaron de lágrimas los ojos, y dijo:: L; |% w, i# r+ O6 w
  “Sabe que yo, soy de Bagdad. Mi padre era uno de los principales per-sonajes entre los personajes. Y yo, hasta llegar a la edad de hombre, pude oír los relatos de los viajeros, peregrinos y mercaderes que en casa de mi padre nos contaban las mara-villas de los países egipcios. Y retuve en la memoria todos estos relatos, admirándolos en secreto, hasta que falleció mi padre. Entonces cogí cuantas riquezas pude reunir, y mu-cho dinero, y compré gran cantidad de mercancías en telas de Bagdad y de Mossul, y otras muchas de alto precio y excelente clase; lo empa-queté todo y salí de Bagdad. Y como estaba escrito por Alah que había de llegar sano y salvo al término de mi viaje, no tardé en hallarme en esta ciudad de El Cairo, que es tu ciu-dad.”
; @6 @8 }# ~! E: B; `  Pero en este momento el joven se echó a llorar y recitó estas es-trofas:
% u. m* K1 a- r5 B  ?A veces, el ciego, el ciego de naci-miento, sabe sortear la zanja donde cae el que tiene buenos ojos!
4 S' T# [" D; j- J2 v1 Q6 U  ?A veces, el insensato sabe callar las palabras que, pronnnciádas por el sabio, son la perdición del sabio!7 [( V5 k7 b6 d# M9 v" f4 ]- n. o
  ?A veces, el hombre piadoso y cre-yente sufre desventuras, mientras que el loco, el impío, alcanza la felicidad!
$ p- X6 x- }2 x  ?Así, pues, conozca el hombre su impotencia! ?La fatalidad es la única reina del mundo!
% A/ [8 }, ]- Y5 a' v  Terminados los versos, siguió en esta forma su relación:
9 \; y. `) s( h/ u+ u2 |0 d$ `7 e$ o  “Entré, pues, en El Cairo, y fui, al khan Serur, deshice mis paquetes, descargué mis camellos y puse las mercancías en un local que alquilé para almacenarlas. Después di dinero a un criado para que comprase comida, y dormí en seguida un rato, y al despertarme, salí a dar una vuel-ta por Bain Al-Kasrein, regresando después al khan Serur, en dónde pasé la noche.& y0 x: h% f# a7 A/ O; T
  Cuando me desperté por la ma?a-na, dije para mí, desliando un paque-te de telas: “Voy a llevar esta tela al zoco y a enterarme de cómo van las compras.” Cargué las telas en los hombros de un criado, y me dirigí al zoco, para llegar al centro de los negocios, un gran edificio rodeado de pórticos y de tiendas de todas clases y de fuentes. Ya sabes que allí suelen estar los corredores, y que aquel sitio se llama el kaisariat Guergués.0 O% d# E0 s- ~0 {: c$ K
; S% [( }8 G6 \/ U/ ~( B
  Cuando llegué, todos los corredo-res, avisados de mi viaje, me rodea-ron, y yo les di las telas, y salieron en todas direcciones a ofrecer mis géneros a los principales comprado-res de los zocos. Pero al volver me dijeron que el precio ofrecido por mis mercaderías no alcanzaba al que yo había pagado por ellas ni a los gastos desde Bagdad hasta El Cairo. Y como no sabía qué hacer, el jeique principal de los corredores me dijo: “Yo sé el medio de que debes valerte para que ganes algo. Es sencillamente que hagas lo que hacen todos los mercaderes. Vender al por menor tus mercaderías a los comerciantes con tienda abierta, por tiempo determinado, ante testigos y por escrito, que firmaréis ambos, con intervención de un cambiantes Y así, todos los lunes y todos los jue-ves cobrarás el dinero que te corres-ponda. Y de este modo, cada dracma te producirá dos dracmas y a veces más. Y durante este tiempo tendrás ocasión de visitar El Cairo y de admirar el Nilo.”
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:26 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Al oír estas palabras, dije: “Es en verdad una idea excelente.” Y en seguida reuní a los pregoneros y corredores y marché con ellos al khan Serur y les di todas las mercaderías, que llevaron a la kaisariat. Y lo vendí todo al por menor a los mer-caderes, después que se escribieron las cláusulas de una y otra parte, ante testigos, con intervención de un cambista de la kaisariat.
, o: @1 x/ n/ O  Despachado este asunto, volví al khan, permaneciendo allí tranquilo; sin privarme de ningún placer ni escatimar ningún gasto. Todos los días comía magníficamente, siempre con la copa de vino encima del mantel. Y nunca faltaba en mi mesa buena carne de carnero, dulces y confituras de todas clases. Y así seguí, hasta que llegó el mes en que debía cobrar con regularidad mis ganancias. En efecto, desde la pri-mera semana de aquel mes, cobré como es debido mi dinero. Y los jueves y los lunes me iba a sentar en la tienda de alguno de los deudo-res míos, y el cambista. y el escri-bano público recorrían cada una de las tiendas, recogían el dinero y me lo entregaban.
- z: F4 N" }3 u9 Q' a  Y fue en mí una costumbre el ir a sentarme, ya en una tienda, ya en otra. Pero un día, después de salir del hammam, descansé un rato; almorcé un pollo, bebí algunas copas de vino, me lavé en seguida las manos, me perfumé con esencias aromáticas y me fui al barrio de la kaisariat Guergués, para sentarme en la tienda de un vendedor de telas llamado.Badreddin Al-Bostani. Cuan-do me hubo visto me recibió con gran consideración y cordialidad, y estuvimos hablando una hora. Pero mientras conversábamos vi-mos llegar una mujer con un largo veló de seda azul. Y entró en la tienda para comprar géneros, y se sentó a mi lado en un taburete. Y el velo que le cubría la cabeza, y le tapaba ligeramente el rostro, estaba echado a un lado, y exhalaba deli-cados aromas y perfumes. Y la ne-grura de sus pupilas, bajo el velo, asesinaba las almas y arrebataba la razón. Se sentó y saludó a Badreddín, que después, de corresponder a su salutación de paz, se quedó de pie ante ella, y empezó a hablar, mos-trándole telas de varias clases. Y yo, al oír la voz de la dama, tan llena de encanto y tan dulce, sentí que el amor apu?alaba mi hígado.1 r& a! L3 D! Q  C4 {
  Pero la dama, después de exami-nar algunas telas, que no le pare-cieron bastante lujosas, dijo a Badred-din: “?No tendrías por casualidad una pieza de seda blanca tejida con hilos de oro puro?” Y Badreddin fue al fondo de la tienda, abrió un armario peque?o, y de un montón de varias piezas de tela sacó una de seda blanca, tejida con hilos de oro puro, y luego la desdobló delante de la joven. Y ella la encontró muy a su gusto y a su conveniencia, y le dijo al mercader: “Como no llevó dinero encima, creo que me la podré llevar, como otras veces, y en cuanto llegue a casa te enviaré el importe,” Pero el mercader le dijo: “?0h mi se?ora! No es posible por esta vez, porque esa tela no es mía, sino del comerciante que está ahí sentado, y me he compromentido a pagarle hoy mismo;” Entonces sus ojos lan-zaron miradas de indignación, y dijo: “Pero desgraciado, ?no sabes -que tengo la costumbre de comprar-te las telas más caras y pagarte más de lo que me pides. ?No sabes que nunca he dejado de enviarte su importe inmediatamente?” Y el mer-cader contestó: “Ciertamente, ?oh mi se?ora! Pero hoy tengo que pagar ese dinero en seguida.” Y entonces la dama cogió la pieza de tela, se la tiró a. la cara al mercader, y le dijo: “?Todos sois lo mismo en tu maldita corporación!” Y levantándose airada, volvió la espalda para salir.! {3 r& G7 }! j3 u. C+ F

$ X2 W3 Q. x" O+ }7 g  Pero yo comprendí que mi alma se iba con ella, me levanté apresu-radamente y le dije: “?Oh mi se?ora! Concédeme la gracia de volverte un poco hacia mí y desandar generosa-mente tus pasos.” Entonces ella vol-vió su rostro hacia donde yo estaba, sonrió discretamente, y me dijo: “Consiento en pisar otra vez esta tienda, pero es sólo en obsequio tuyo.” Y se sentó en la tienda frente a mí. Entonces, volviéndome hacia Badreddin, le dije: “?Cuál es el pre-cio de esta tela?” Badreddn contes-tó: “Míl cien dracmas.” Y yo repuse: “Está bien, Te pagaré además cien dracmas de ganancia. Trae un papel para que te de el precio por escrito.” Y cogí la pieza de seda tejida con oro, y a cambio le di el precio por escrito, luego entregué la tela a la dama, diciéndole: “Tómala, y pue-des irte sin que te preocupe el precio, pues ya me lo pagaras cuando gustes. Y para esto te bastará venir un día entre los días a buscarme en el zoco, donde siempre estoy sentado en una o en otra tienda. Y si quieres hon-rarme aceptándola como homenaje mío, te pertenece desde ahora.” En-tónces me contestó: “?Alah te lo premie con toda clase de favores! ?Ojalá alcances todas las riquezas que me pertenecen, convirtiéndote en mi due?o y en corona de mi cabeza! ?Así oiga Alah mi ruego!” Y yo le repliqué: “?Oh se?ora mía, acepta, pues, esta pieza de seda! ?Y que no sea esta sola! Pero te rue-go que me otorgues el favor de que admire un instante el rostro que me ocultas.” Entonces se levantó el finí-simo velo que le cubría la parte inferior de la cara y no dejaba ver más que los ojos.
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:27 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Y vi aquel rostro de bendición, y esta sola mirada bastó para atur-dirme, avivar el amor en mi alma y arrebatarme la razón. Pero ella se apresuró a bajar el velo, cogió la tela, y me dijo: “?Oh due?o mío, que no dure mucho tu ausencia, o moriré desolada!” Y después se marchó. Y yo me quedé solo con el mercader hasta la puesta del sol.0 ?( _2 ?, l- b& e& [
  Y me hallaba como si hubiese per-dido la razón y el sentido, dominado en absoluto por la locura de aquella pasión tan repentina. Y la violencia de este sentimiento hizo que me arriesgase a preguntar al mercader respecto a aquella dama. Y antes de levantarme para irme, le dije: “?Sa-bes quién es esa dama?” Y me contestó: “Claro que sí. Es una dama muy rica. Su padre fue un emir ilustre, que. murió, dejándole muchos bienes y riquezas.”
6 N  l- N; h4 H$ W/ l  Entonces me despedí del merca-der y me marché, para volver al khan Serur, donde me alojaba. Y mis criados me sirvieran de comer; pero yo pensaba en ella, y no pude probar bocado. Me eché a dormir; pero el sue?o huía de mi persona, y pasé toda la noche en vela, hasta por la ma?ana.5 D1 Q3 B  h- I
  Entonces me levanté, me puse un traje más lujoso todavía que el de la víspera, bebí una copa de vino, me desayuné con un buen plato, y volví a la tienda del mercader, a quien hube de saludar, sentándome en el sitio de costumbre. Y apenas había tomado asiento, vi llegar a la joven, acompa?ada de una esclava. Entró, se sentó y me saludó, sin dirigir el menor saludo de paz a Badreddin. Y con su voz tan dulce y su incomparable modo de hablar, me dijo: “Esperaba que hubieses enviado a alguien a mi casa para cobrar los mil doscientos dracmas que importa la pieza de seda.” A lo cual contesté: “?Por qué tanta prisa, si a mí no me corre ninguna?” Y ella me dijo: “Eres muy generoso, pero yo no quiero que por mí pier-das nada.” Y acabó por dejar en mi mano el importe de la tela, no obs-tante mi oposición. Y empezamos a hablar. Y de pronto me decidí a ex-presarle por se?as la intensidad de mi sentimiento. Pero inmediatamente se levantó y se alejó a buen paso, despidiéndose por pura cortesía. Y sin poder contenerme, abandoné la tienda, y la fui siguiendo hasta que salimos del zoco. Y la perdí de vista, pero se me acercó una muchacha, cuyo velo no me permitía adivinar quién fuese, y me dijo: “?Oh mi se?or! Ven a ver a mi se?ora, que quiere hablarte.” Entonces, muy sor-prendido, le dije: “?Pero si aquí nadie me conoce!” Y la muchacha replicó: “?Oh cuán escasa es tu me-moria! ?No recuerdas a la sierva que has visto ahora mismo en el zoco, con su se?ora, en la tienda de Badreddin?” Entonces eché a andar detrás de ella, hasta que vi a su se?ora en una esquina de la calle de los Cambios.
" x1 R, i$ O- O2 P: u/ s  Cuando ella me vio, se acercó a mí rápidamente, y llevándome. a un rincón de la calle, me dijo: “?Ojo de mi vida! Sabe que con tu amor llenas todo mi pensamiento y mi alma. Y desde la hora que te vi, ni disfruto del sue?o reparador, ni co-mo, ni bebo.” Y yo le contesté: “A mí me pasa igual; pero la dicha que ahora gozo me impide quejar-me.” Y ella dijo: “?Ojo de mi vida!: ?Vas a venir a mi casa, o iré yo a la tuya?” Yo repuse: “Soy forastero y no dispongo de otro lugar que el khan, en donde hay demasiada gente.. Por tanto, si tienes bastante confian-za en mi cari?o para recibirme en tu casa, colmarás mi felicidad.” Y ella respondió: “Cierto que sí pero esta noche es la noche del viernes y no puedo recibirte. Pero ma?ana después de la oración del mediodía, monta en tu borrico, y pregunta por el barrio de Habbania, y cuando llegues a él, averigua la casa de Barakat, el que fue gobernador, co-nocido por Aby-Schama. Allí vivo yo. Y no dejes de ir, que te estaré esperando.”( U* J  S7 Q8 D/ Q) L, Y; S

* S2 B6 X( F' o# p  Yo estaba loco de alegría; después nos separamos. Volví al khan Serur, en donde habitaba, y no pude dor-mir en toda la noche. Pero al ama-necer me apresuré a levantarme, y me puse un traje nuevo, perfumán-dome con los más suaves aromas, y me proveí de cincuenta dinares de oro, que guardé en un pa?uelo. Salí del khan Serur, y me dirigí hacia el lugar llamado Bab-Zauilat, alquilando allí un borrico, y le dije al burrero: “Vamos al barrio de Habbania:” Y me llevó en muy esca-so tiempo, llegando a una calle lla-mada Darb Al-Monkari, y dije al burrero: “Pregunta en esta calle por la casa del nakib Aby-Schama.” El burrero se fue, y volvió a los pocos momentos con las se?as pedi-das, y me dijo: “Puedes apearte.” Entonces eché pie a tierra, y le dije: “Ve adelante para ense?arme el ca-mino.” Y me llevó a la casa, y entonces le ordené: “Ma?ana por la ma?ana volverás aquí para llevar-me de nuevo al khan.” Y el hom-bre me contestó que así lo haría. Entonces le di un cuarto de dinar de oro, y cogiéndolo, se lo llevó a los labios y después a la frente, para darme las gracias, marchándose en seguida.
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 楼主| 发表于 2012-8-17 11:59:28 | 显示全部楼层

《一千零一夜》连载十二

</p>  Llamé entonces a la puerta de la casa. Me abrieron dos jovencitas, y me dijeron: “Entra, ?oh se?or! nues-tra ama te aguarda impaciente. No duerme par las noches a causa de la pasión que le inspiras.”# N4 E$ K' K2 g- l# s
  Entré en un patio, y vi un sober-bio edificio con siete puertas; y aparecía toda la fachada llena de ventanas, que daban a un inmenso jardín. Este jardín encerraba todas las maravillas de árboles frutales y de flores; lo regaban arroyos y lo encantaba el gorjeo de las aves. La casa era toda de mármol blanco, tan diáfano y pulimentado, que re-flejaba la imagen de quien lo miraba, y los artesonados interiores estaban cubiertos de oro y rodeados de ins-cripciones y dibujos de distintas for-mas. Todo su pavimento era de mármol muy rico y de fresco mosai-co. En medio de la sala hallábase una fuente incrustada, de perlas y pedrería. Alfombras de seda cubrían los suelos; tapices admirables colga-ban de los muros, y en cuanto a los muebles, el lenguaje y la escritura más elocuentes no podrían descri-birlos." {, P( [9 W- o6 b3 o
  A los pocos momentos de entrar sentarme.../ S, ^! Z  g  G/ S5 h8 P
  En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la ma?ana, y sé calló discretamente.
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