PERO CUANDO LLEGó LA 31a NOCHE
6 p, `% [- ?- J" n1 y Ella dijo:
# G" ^! U$ e" T1 D* H' _. k He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que el barbero prosiguió su relato en esta forma:
, E- c5 f8 x$ w “Mi hermano, Haddar, empezó a perseguir a la joven, que, ligera, huía de él y se reía. Y las otras jóvenes y la vieja, al ver correr a aquel hom-bre con su rostro pintarrajeado, sin barbas, ni bigotes, ni cejas, se mo-rían de risa y palmoteaban Y golpea-han el suelo con los pies.
/ w4 e4 I. s* b. J Y la joven, después de dar dos vueltas a la sala, se metió por un pasillo muy largo, y luego cruzó dos habitaciones, una tras otra, siem-pre perseguida por mi hermano, completamente loco. Y ella, sin dejar de correr, reía con toda su alma, moviendo las caderas.
, m. v: E& \' ^& Q' g: A Pero de pronto desapareció en un recodo, y mi hermano fue a abrir una puerta por la cual creía que había salido la joven, y se encontró en medio de una calle. Y esta calle era la calle en que vivían los curti-dores de Bagdad. Y todos los cur-tidores vieron a El-Haddar afeitado de barbas, sin bigotes, las cejas ra-padas y pintado el rostro como una mujer. Y escandalizados, se pusie-ron a darle correazos, hasta que perdió el conocimiento. Y después le montaron en un burro, poniéndole al revés, de cara al rabo, y le hicie-ron dar la vuelta a todas los zocos, hasta que lo llevaron al walí, que les preguntó: “?Quién es ese hom-bre?” Y ellos contestaron: “Es un desconocido que salió súbitamente de casa del gran visir. Y lo hemos hallado en este estado.” Entonces el walí mandó que le diesen cien lati-gazos en la planta de los pies, y lo desterró de la ciudad. Y yo ?oh Emir de los Creyentes! corrí en busca de mi hermano, me lo traje secreta-mente y le di hospedaje. Y ahora lo sostengo a mi costa. Comprende-ras que si yo no fuera un hombre lleno de entereza y de cualidades, no habría podido soportar a seme-jante necio.
. ^" S& j$ k/ F$ r% y Pero en lo que se refiere a mi tercer hermano, ya es otra cosa, co-mo vas a ver.; B; B: ^$ s4 a: }; E5 F( C
HISTORIA DE BACBAC, TERCER HERMANO DEL BARBERO0 @+ J- `; q9 w. I& R
“Bacbac el ciego, por otro nom-bre el Cacareador hinchado, es mi tercer hermano. Era mendigo de ofi-cio, y uno de los principales de la cofradía de los pordioseros de Bag-dad, de nuestra ciudad.
$ I5 m3 A. s8 u! s7 V6 L' n Cierto día, la voluntad de Alah y el Destina permitieron que mi her-mano llegase a mendigar a la puerta de una casa. Y mi hermano Bacbac, sin prescindir de sus acostumbradas invocaciones para pedir limosna: “?Oh donador, oh generoso!”, dio con el palo en la puerta.
0 O" o( f, v+ i9 V# P0 s- k2 i Pero conviene que sepas, ?oh Co-mendador de los Creyentes! que mi hermano Bacbac, igual que los más astutos de su cofradía, no contestaba cuando, al llamar a la puerta de uno casa, le decían: “?Quién es?” Y se callaba para obligara que abriesen la puerta, pues de otro modo, en lugar de abrir, se contentaban con responder desde dentro: “'?Alah te ampare!” Que es el modo de despe-dir a los mendigos.$ O, F* l( p) I& A
De modo que aquel día, por más que desde la casa preguntasen: ?Quién es?”, mi hermano callaba. Y acabó por oír pasos que se acer-caban, y que se abría la puerta. Y se presentó un hombre al cual Bac-bac, si no hubiera estado ciego, no habría pedido limosna seguramente. Pero aquel era su Destino. Y cada hombre lleva su Destino atado, al cuello.
) @, ^7 c5 t" O( I Y el hombre le preguntó: “?Qué deseas?” Y mi hermano Bacbac res-pondió: “Que me des una limosna, por Alah el Altísimo.” El hombre volvió a preguntar: “?Eres ciego?” y Bacbac dijo: “Sí, mi amo y muy pobre.” Y el otro repuso: “En ese caso, dame la mano para que te guíe.” Y le dio la mano, y el hombre lo metió en la casa, y lo hizo subir escalones y más escalones; hasta que lo llevó a la azotea, que estaba muy alta Y mi hermano, sin aliento, se decía: “Seguramente, me va a dar las sobras de algún festín.” [" }& Y3 m. w
5 n7 p( @5 Q* V K) q: k' C
Y cuando hubieron llegado a la azotea, el hombre volvió a pregun-tar: “?Qué quieres, ciego?” Y mi. hermano, bastante asombrado, res-pendió: “Una limosna por Alah.” Y el otro replicó: “Que Alah te abra el día en otra parte:” Entonces Bacbac le dijo: “?Oh tú, un tal! ?no podías haberme contestado así cuan-do estábamos abajo?” A lo cual re-plicó el otro: “?Oh tú, que vales menos! ?por qué no me contestaste cuando yo preguntaba desde den-tro: “?Quién es? ?Quién está a la puerta?” ?Conque lárgate de aquí en seguida, o te haré rodar como una bola, asqueroso mendigo de mal agüero!” Y Bacbác tuvo que bajar más que de prisa la escalera com-pletamente solo. |