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Junto a la verde muralla que se extiende alrededor de Copenhague, se levanta una gran casa roja con muchas ventanas, en las que crecen balsaminas y ¨¢rboles de ¨¢mbar. El exterior es de aspecto m¨ªsero, y en ella viven gentes pobres y viejas. Es Vartou.
Mira: En el antepecho de una de las ventanas se apoya una anciana solterona, entretenida en arrancar las hojas secas de la balsamina y mirando la verde muralla, donde saltan y corren unos alegres chiquillos. ¿En qu¨¦ debe estar pensando? Un drama de su vida se proyecta ante su mente.
Los pobres pequeñuelos, ¡qu¨¦ felices juegan! ¡Qu¨¦ mejillas m¨¢s sonrosadas y qu¨¦ ojos tan brillantes! Pero no llevan medias ni zapatos; est¨¢n bailando sobre la muralla verde. Seg¨²n cuenta la leyenda, hace pocos años la tierra se hund¨ªa all¨ª constantemente, y en una ocasi¨®n un inocente niño cay¨® con sus flores y juguetes en la abierta tumba, que se cerr¨® mientras el pequeñuelo jugaba y com¨ªa. All¨ª se alzaba la muralla, que no tard¨® en cubrirse de un c¨¦sped espl¨¦ndido. Los niños ignoran la leyenda; de otro modo, oir¨ªan llorar al que se halla bajo la tierra, y el roc¨ªo de la hierba se les figurar¨ªa l¨¢grimas ardientes. Tampoco saben la historia de aquel rey de Dinamarca que all¨ª plant¨® cara al invasor y jur¨® ante sus temblorosos cortesanos que se mantendr¨ªa firme junto a los habitantes de su ciudad y morir¨ªa en su nido. Ni saben de los hombres que lucharon all¨ª, ni de las mujeres que vertieron agua hirviendo sobre los enemigos que, vestidos de blanco para confundirse con la nieve, trepaban por el lado exterior del muro.
Los pobres chiquillos segu¨ªan jugando alegremente.
  i3 y( X; |. \( I! n¡Juega, juega, chiquilla! Pronto pasar¨¢n los años. Los confirmandos ir¨¢n cogidos de la mano a la verde muralla; t¨² llevar¨¢s un vestido blanco que le habr¨¢ costado mucho a tu madre, a pesar de estar hecho de otro viejo m¨¢s grande. Te dar¨¢n un pañuelo rojo, que te colgar¨¢ muy abajo, demasiado; pero as¨ª se ver¨¢ lo grande que es, ¡s¨ª!, demasiado grande. Pensar¨¢s en tus galas y en Dios Nuestro Señor. ¡Qu¨¦ hermoso es pasear por la muralla! Y los años transcurren, con muchos d¨ªas sombr¨ªos, pero tambi¨¦n con sus goces de juventud. Y t¨² encontrar¨¢s un amigo, sin saber c¨®mo; se reunir¨¢n, y al acercarse la primavera ir¨¢n a pasear por la muralla, mientras todas las campanas doblan llamando a la penitencia y a la oraci¨®n. No habr¨¢n brotado todav¨ªa las violetas, pero frente al antiguo y bello palacio de Rosenborg lucir¨¢ un ¨¢rbol sus primeras yemas verdeantes; se quedar¨¢n all¨ª. Todos los años da aquel ¨¢rbol nuevas ramas verdes, cosa que no hace el coraz¨®n encerrado en el pecho humano, por el cual pasan nubes negras, m¨¢s negras que las que conoce el Norte. ¡Pobre niña! La c¨¢mara nupcial de tu novio ser¨¢ el f¨¦retro, y t¨² te convertir¨¢s en una solterona. Desde Vartou mirar¨¢s, por entre las balsaminas, a los niños que juegan, y te dar¨¢s cuenta de que se repite tu propia historia.
0 g1 n/ w" m' [  m! l& B) QY ¨¦ste es justamente el drama de la vida que se despliega ante la anciana, que est¨¢ mirando a la muralla, donde brilla el sol, y los niños de rojas mejillas, sin zapatos ni medias, juegan y gozan como las avecillas del cielo.