-Puedo dormir allá arriba -dijo Colás el Chico, al ver el tejadillo-; será una buena cama. No creo que a la cigüe?a se le ocurra bajar a picarme las piernas -pues en el tejado había hecho su nido una auténtica cigüe?a.
\ l' W: f- q( p; ^ Se subió nuestro hombre al cobertizo y se tumbó, volviéndose ora de un lado ora del otro, en busca de una posición cómoda. Pero he aquí que los postigos no llegaban hasta lo alto de la ventana, y por ellos podía verse el interior.
8 ~; ~! [" z' x, V En el centro de la habitación había puesta una gran mesa, con vino, carne asada y un pescado de apetitoso aspecto. Sentados a la mesa estaban la aldeana y el sacristán; ella le servía, y a él se le iban los ojos tras el pescado, que era su plato favorito.4 K( b; p$ F5 X0 F6 p# ~; ]
??Quién estuviera con ellos!?, pensó Colás el Chico, alargando la cabeza hacia la ventana. Y entonces vio que había además un soberbio pastel. ?Qué banquete, santo Dios!4 J% ^0 ~+ I r
Oyó entonces en la carretera el trote de un caballo que se dirigía a la casa; era el marido de la campesina, que regresaba.
8 J% L: e5 r* q- @" j q) } El marido era un hombre excelente, y todo el mundo lo apreciaba; sólo tenía un defect no podía ver a los sacristanes; en cuanto se le ponía uno ante los ojos, entrábale una rabia loca. Por eso el sacristán de la aldea había esperado a que el marido saliera de viaje para visitar a su mujer, y ella le había obsequiado con lo mejor que tenía. Al oír al hombre que volvía se asustaron los dos, y ella pidió al sacristán que se ocultase en un gran arcón vacío, pues sabía muy bien la inquina de su esposo por los sacristanes. Se apresuró a esconder en el horno las sabrosas viandas y el vino, no fuera que el marido lo observara y le pidiera cuentas.' z8 u' z X' E
-?Qué pena! -suspiró Colás desde el tejado del cobertizo, al ver que desaparecía el banquete.' l$ I* u* L ]+ G
-?Quién anda por ahí? -preguntó el campesino mirando a Colás-. ?Qué haces en la paja? Entra, que estarás mejor.
2 e; O1 l' e- L( Q3 k$ {1 z Entonces Colás le contó que se había extraviado, y le rogó que le permitiese pasar allí la noche.0 p( \" I0 ?8 K4 [. W4 _# m
-No faltaba más -le respondió el labrador-, pero antes haremos algo por la vida.
\) ~* r' X# ], q La mujer recibió a los dos amablemente, puso la mesa y les sirvió una sopera de papillas. El campesino venía hambriento y comía con buen apetito, pero Nicolás no hacía sino pensar en aquel suculento asado, el pescado y el pastel escondidos en el horno.! l4 S" d7 ^! i" M p
Debajo de la mesa había dejado el saco con la piel de caballo; ya sabemos que iba a la ciudad para venderla. Como las papillas se le atragantaban, oprimió el saco con el pie, y la piel seca produjo un chasquido. |