Era una curiosidad muy natural.
" n* n2 E0 f& b ?Qué cosas contaba la gente! Cada una de las personas a quienes preguntó había presenciado el espectáculo de una manera distinta, pero todos coincidieron en calificarlo de hermoso., d [7 q: B, E, W& g+ l. d* T9 w
-Yo vi al propio dios de los turcos -afirmó uno-. Sus ojos eran como rutilantes estrellas, y la barba parecía agua espumeante.
* Q+ V8 B+ h) U/ p, F -Volaba envuelto en un manto de fuego -dijo otro-. Por los pliegues asomaban unos angelitos preciosos.8 M, o% d$ |0 E6 i) Y, I2 q$ C
Sí, escuchó cosas muy agradables, y al día siguiente era la boda.9 a! r. W) M n( f
Regresó al bosque para instalarse en su cofre; pero, ?dónde estaba el cofre? El caso es que se había incendiado. Una chispa de un cohete había prendido fuego en el forro y reducido el baúl a cenizas. Y el hijo del mercader ya no podía volar ni volver al palacio de su prometida.+ S, \0 U7 d+ W3 ~( ^0 b; w5 V
Ella se pasó todo el día en el tejado, aguardándolo; y sigue aún esperando, mientras él recorre el mundo contando cuentos, aunque ninguno tan regocijante como el de los fósforos |